Allí
estaban, el uno frente al otro, parados tratando de contener el sentimiento vívido
que les empujaba a salir corriendo.

En
aquellos instantes, sus recuerdos se agolpaban en un esfuerzo por encontrar la
palabra adecuada. Recordaban las risas, las confesiones, las opiniones
encontradas, las decepciones superadas, las promesas no olvidadas… todos salían
a borbotones inundando el espacio entre ambos…
Ninguno
de los dos dijo nada, caminaron hacia el otro y se fundieron en un tierno y
largo abrazo, no acudieron lágrimas a sus ojos, pero si una gran sonrisa
iluminaba sus caras cuando sus brazos habían reconocido el calor de sus
cuerpos.
Recogieron
sus maletas y delante de un café se pusieron al día en un par de horas. Nunca habían
perdido el contacto, llamadas de teléfono, correos electrónicos, incluso mantenían
una relación muy estrecha a través de las redes sociales… aunque al final del
café reconocían como echaban de menos el ver al otro, ver su cara, su mirada,
su reacción, sentir un abrazo era insustituible.
Los
tiempos que corrían los había enlatado en trabajos absorbentes que apenas
dejaban hueco para las tan añoradas relaciones de “tu a tu”. Todo giraba
entorno a las nuevas tecnologías. 140 caracteres te daban la oportunidad de
leer como Argentina hacía suyo lo ajeno o como uno de tus amigos iba a casarse.
Conversaciones delante de una fría pantalla que ganaba calor con vocablos
atrevidos, caritas sonrojadas o canciones con significados diferentes
dependiendo de cada oyente.
Se
iban a dedicar dos días, querían contarse aquello que no habían hecho por teléfono,
no era nada importante, pero no se atrevieron a decírselo a un gélido aparato,
necesitaban mirar al otro y sentirse escuchados. 48 horas de sentimientos a
flor de piel, miedos vitales, confesiones infantiles, objetivos ocultos, risas
incontroladas, recuerdos… 48 horas después de dos años sin verse.
La
ciudad elegida, desconocida para ambos y descubierta juntos. Pocos lugares de interés
turístico, mas una gran gastronomía por descubrir y bares y garitos que
invitaban a mezclar conversaciones trascendentales con carcajadas
descontroladas.
Tras
dos días, todo se les hacia corto, habían quedado muchas cosas en el tintero,
se iban con el deseo de más y con la promesa de volverlo a repetir antes de que
pasaran otros dos años… un abrazo en la estación del tren los devolvía a la
cruda realidad, a sus conversaciones telefónicas, sus comentarios encriptadas en
twitter, sus fotos más recientes en facebook y sus recuerdos más preciados en sí
mismos…