
Tiempo
tornado a menos, tiempo de consejos enojados, tiempo de despreciadas
despedidas, tiempo atropellado… aunque ese era mi tiempo… impresiones ignoradas
pero dolorosas.
Soy
reina de mi silencio para evitar ser esclava de mis palabras. Aún desconozco
qué pasó o cuál fue el detonante… la información abroncada ya la conocía, no
necesitaba el mal gesto… ¿revulsivo? no funciona así, no cuando el momento había
sido precedido por instantes de agradable conversación… unos metros y unos
minutos cambiaron la situación…
Añoro
el tiempo sin prisas, las miradas mudas llenas de significado, la naturalidad
de los abrazos, los besos inocentes, las conversaciones insaciables, las cómplices
sonrisas… añoro los consejos de amigo…
El
miedo levanta muros y con ellos llena de trampas los sentimientos. Evito mirar
atrás, pues tras de mí no hay nadie… si infinitas caídas. Y me quedo del lado
de la puerta que conozco aún a sabiendas que tras el umbral no hay precipicio,
como mucho otro doloroso revolcón vital del que (seguro) aprendería algo nuevo.
Y me escondo en los mordidos besos de los recuerdos, que inconscientemente me
golpean día a día. Y encuentro que aquello que quise pensar inédito, era
(simplemente) algo más. Instintivamente guardo mis gestos tras detalles íntimos
que imagine exclusivos, los hice exclusivos y los escondí ante los ojos
públicos ¡que mejor lugar! (¡inocente!).
…
…
Cada
día vuelvo a perderme… en ti y contigo… sin elegirlo, sin provocarlo… sin
querer.