
Tras
las conversaciones ajenas murmuraba el Tormes, lento, pausado, saludando a los
trovadores de vocablos lujosos y vacios de significado, sonriendo a los
malabaristas de buenas intenciones caídas en saco roto, ignorando a los
pregoneros de grandes hazañas (inventadas todas ellas)… Murmullos y susurradas
declaraciones de principios utópicos, los “debería ser” usurpaban el terreno a
los intrincados vecinos “pero es así” y como colofón el “es lo que hay”
acallaba la charla… Y allí estaba yo, en mi río, en mi lugar, disfrutando del
momento y pensándote…
El
frío, o al menos su hermano menor, hizo acto de presencia, y amparadas detrás
de las cristaleras pasé a ser un tema de conversación, incómoda situación
cuando las buenas palabras son procesadas como sermones infructuosos. El
silencio de alguno de los comensales evidenciaba la inusual situación, o quizás
el haber arrebatado su tiempo de protagonismo había hecho aquel nudo en su garganta,
sea como fuere, la tertulia (alimento del alma) repicaba a arrebato. Era hora
de cambiar de escenario y de protagonista principal… Y allí estaba yo, en mi
río, en mi lugar, disfrutando del momento y pensándote…

…pensándote,
deseando dejar de desear, añorando el tiempo, disfrutando del momento…