
Siempre
he pensado que es mejor intentarlo y errar que quedarse con la duda vital del
qué hubiera pasado si… Siempre lo he pensado y casi siempre lo he hecho. Fallé
en multitud de ocasiones, quizás interpreté mal las señales (eso, ya da igual)
y en otras conseguí ser feliz por unos instantes y puedo asegurar que mereció
la pena.
Hace
unos días, después de una conversación entre amigos, me di cuenta que a pesar
de los sentimientos reales, puros, abrumadores… las personas renunciamos a esos
momentos y nos conformamos con lo seguro, aburrido, rutinario… ignoramos ese
loco impulso de disfrutar plenamente, de… de sentirnos vivos de verdad.
Llenamos nuestras vidas de costumbres, de trabajo, de preocupaciones, de
responsabilidades, de momentos robados, de secretos inconfesables, de falsas
oportunidades, de ilusiones, de sensaciones inventadas, de mensajes mal
interpretados… y muchos de nosotros (seguramente) no tengamos la oportunidad de
hacer la locura de nuestra vida, pero unos pocos afortunados podrán plantearse
ese sinsentido. Algunos, simplemente la ignorarán, otros lo pensaran tres veces
y la arrinconarán allí donde escondieron otros dulces momentos, y otros en un
instante de locura se lanzarán a vivir esa aventura, para que se pueda
convertir en el resto de su vida.
Hay
una canción y una voz desgarradora que reza:
“…
en
esta soledad llena que me ahoga;
tengo
los ojos llenos de luz de imaginarte
y
tengo los ojos ciegos de no verte;
tengo
mi cuerpo abandonado al abandono
y
tengo mi cuerpo tiritando de no poder tocarte;
tengo
la voz tosca de hablar con tanta gente
y
tengo la voz preciosa de cantarte;
tengo
las manos agrietadas de la escarcha
y
tengo las manos suaves de en el cielo acariciarte;
tengo
soledad, luz, alegría, tristeza,
rebeldías,
amor, sonrisas y lágrimas...
Y
también te tengo a ti, preciosa,
caminando
por las venas con mi sangre…”
La
vida es demasiado corta como para ignorar ciertos momentos, algunos
sentimientos, o simplemente para conformarse. Cuando no hay reciprocidad, no
hay opción (por experiencia propia, y aún así me cuesta mucho rendirme), la
resignación deja marca en el alma volviendo gris parte del blanco, volviendo
triste la mirada. Mas cuando existe la oportunidad, no luchar por ella es una
ofensa a la vida, a los que aun habiendo saboreado el momento nunca tuvimos
posibilidades, una ofensa hacia uno mismo…
Así
que, si sigues pensando en ella mientras admiras la noche, si sigues mandando
mensajes encriptados al universo tecnológico, si sigues estando ahí… ve, inténtalo,
ve a por ella…