Hace
ya muchos años que ambas nos matriculamos en uno de los cursos más importantes
de nuestras vidas. Yo comencé a ser hija, y tú empezaste a ser madre. El camino
no ha sido fácil precisamente, pero ha sido maravilloso. Tu dedicación, aún hoy
por hoy, es plena. Tu lucha por que yo lograra ser mejor persona a cada paso ha
sido épica. Contigo aprendí que a pesar de las situaciones difíciles con las
que nos vamos encontrando o vamos eligiendo, no podemos rendirnos, por que
nunca se sabe que pasará en los últimos momentos. Contigo aprendí a ver el lado
positivo de los contextos más adversos. Contigo aprendí que no por tener menos
somos menos, la humildad bien llevada siempre fue uno de tus fuertes. Contigo
aprendí a mirar a la gente a los ojos y fijarme en los rasgos positivos, sin
ignorar los negativos (eso si). Me enseñaste a amar los libros, a disfrutar de
la lectura. Me enseñaste que en muchas ocasiones menos es más. Me enseñaste a
ser responsable de mis acciones, mis decisiones y que de los errores se
aprende, aunque los volvamos a cometer. Me enseñaste a que en esta vida todo
tiene consecuencias, que hay que pensar antes de actuar. Me enseñaste que el
amor es incondicional. Que a veces renunciar no es rendirse, es dejar que otro
sea feliz. Me enseñaste a ser justa, o al menos intentarlo, con todos. Aprendí
que los abrazos son un acto íntimo y sincero. Que llorar no es un acto de
debilidad, si no de necesidad. Me enseñaste a amar la naturaleza, a disfrutar
de ella y a respetarla. Me enseñaste a tener una conciencia crítica, incluso
contigo. Me enseñaste que el trabajo duro y los esfuerzos tienen sus
recompensas. Me enseñaste que los pequeños detalles son la diferencia entre un
día y otro. Me enseñaste a que la verdad siempre es como el aceite encima del
agua, tarde o temprano sale a flote, que la paciencia hay que cultivarla, que
si aprendemos jugando aprendemos más rápido. Contigo aprendí que la esperanza,
a pesar de ser esquiva, es lo único que no perdemos. Que es fácil ser generoso
cuando se tiene, pero mucho más gratificante cuando requiere renunciar a lo
tuyo. Aprendí que las medias tintas no son buenas. Que a veces necesitamos
errar para comprender y conocernos. Que un paréntesis de ocio es necesario para
poder seguir. Que todos somos especiales, al menos para nuestra gente…

Aprendí,
me enseñaste, me apoyaste, me escuchaste, luchaste por mí y conmigo… y lo seguimos
haciendo…
Mereces
mucho más que un día, unas flores, un perfume o un libro… mereces mucho más que
una entrada en un blog… pero aún no sé como empaquetar los sentimientos, ni un
rayo de sol que seguiría siendo poco, ni las risas de tus nietos, ni la sensación
de orgullo cuando hablo de ti…
Mamá te quiero tanto…