
La
luna había descubierto tan siniestro sitio y se lo había mostrado a sus
infatigables compañeras, las estrellas. Sus esfuerzos por desterrar aquella
siniestra oscuridad fueron inútiles. La curiosidad que aquel lugar le hacia
sentir era tal, que no veía la hora de lucir en el cielo para intentar
desenmascarar aquello que tanto le llamaba la atención.
El
tiempo pasó, y su curiosidad fue disminuyendo hasta caer en el olvido.
Aquel
día, el sol apareció en el horizonte con una elegancia tan especial, que la luz
que emitía hacía que las plantas, los árboles, los animales, las piedras, los ríos,
las montañas… incluso los humanos se vieran tan bellos como hacia mucho tiempo
atrás, tanto, que ni los más viejos lo recordaban.
El
sol estaba feliz, rebosaba grandeza, sencillez, generosidad, sobre todo lo que
sus rayos tocaban.
Pero
su luz tampoco llegaba a aquel lugar.
La
luna se lo había mostrado en el pasado e intentándolo todo, nada había
cambiado.
Aunque,
aquel día iba a ser único. Pues el sol y la luna tenían una cita entrañable.
Después
de cortejar el tiempo para poder enseñar al mundo su amor, aquel día se unirían
por un instante, para volver a esperar a que Cronos envejeciera rápido y que
sus orbitas volvieran a permitir aquel encuentro.
La
hora de la cita estaba a punto de llegar. La luna se acercaba a su eterno
amante con erótica lentitud. Cuando por fin estuvo delante de su platónico
amor, solo tuvo un instante para rozar su cuerpo. Un instante mágico. Un
instante que los condenaba de nuevo a una larga espera. Los amantes se fueron
separando con lentitud angustiosa, tendiendo sus rayos de luz para sentir hasta
el último momento aquel goce mortífero.
Todo
había pasado.
Regresaron
a sus respectivos lugares, anhelando el rápido paso del tiempo y la pronta
llegada de su próxima cita. Pero sus lágrimas les habían impedido ver lo que
había sucedido mientras se fundían.
Su
encuentro había iluminado el mundo con una luz muy especial. Tan especial y
única que había hecho huir a aquella impenetrable oscuridad, dejando al
descubierto la belleza incomparable del lugar que habían olvidado.
Aquel
lugar mostraba la esencia de la inspiración de los grandes poetas, y también de
los humildes, la inspiración de los escritores, de los escultores, de los
arquitectos, de los pintores, de los médicos, de los contadores de historias,
de los padres y madres que hacían volar la imaginación de sus hijos cada noche,…,
de todos aquellos que vivían soñando que las brujillas que manejaban la
inspiración de su trabajo, fueran amables y les fueran ofreciendo sus
agradables favores.
Ahora
te toca a ti, encontrar el camino para
encontrar ese lugar, reinventa tu sendero, tu puedes hacerlo. Pero no dudes en
derramar lágrimas, ni tan siquiera dudes en mostrarte triste, el alma necesita
una cura y nadie es invencible...