
Inés
asistía, sin demasiado entusiasmo, a una pequeña reunión con el director de la
empresa a la que habían contratado para que les guiara en el proceso de su
certificación de calidad. Aquel hombre se creía el ombligo del mundo, su nivel
de pedantería rozaba la perfección. Tenía que hacer verdaderos esfuerzos para
no evadirse de la conversación. ¿No se quedará mudo por un momento? pensaba
mientras asentía con la cabeza. Al oír como daba por concluida la reunión y los
citaba para dentro de un mes, no pudo evitar sonreír con evidente alivio.
Juan
e Inés trabajaban de nuevo juntos, aunque apenas se veían. Los inicios de la
empresa eran estresantes, todos tenían demasiado trabajo que planificaban en
una reunión semanal, la coordinación entre los diferentes departamentos era
esencial para que el proyecto no se desmoronase antes de empezar. El viernes
había sido el día elegido para que la reunión fuera eficaz, repaso de los
objetivos alcanzados durante la semana, y fijar los de la siguiente. Y una vez
finalizada la semana se dirigían a un bar cercano para tomar unas cañas todos
juntos y diluir los pequeños roces que surgían al trabajar bajo tanta presión.
Las
risas, los chistes, los comentarios personales… hacían grupo, todos se sentían
parte importante de la empresa, cada uno era un engranaje esencial para el
proyecto que tenían entre manos. Inés había quedado para cenar, así que se
dirigió a la barra para pagar aquella primera ronda. Juan se acercó, posó su
mano sobre la cintura de Inés…
-No
me digas que ya te vas.- le susurró al oído mientras sus cuerpos se rozaban
levemente.
-He
quedado para cenar. No puedo quedarme. Aún tengo que pasar por casa.- le dijo
mientras trataba de llamar la atención del camarero.
-Déjame
que te invite a otra caña y luego te vas.
-No
puedo Juan, tengo cuarenta minutos para llegar a casa, ducharme, arreglarme un
poco y llegar al restaurante.- le comentó apresurada mientras recogía la vuelta
del platillo que el camarero había dejado delante de ella.
-Me
apetecía que te quedaras un rato más… otro día…
-Hasta
el lunes, chicos. No seáis muy malos este fin de semana.- se despidió Inés del
grupo sentado a una de las mesas del local.
Se
dirigió a la puerta, mientras rebuscaba en su bolso… las llaves del coche, el
mechero… Había aparcado delante del bar, estaba a punto de cerrar la puerta
cuando escuchó como alguien gritaba su nombre. Era Juan, traía su móvil de la
mano.
-Olvidabas
tu teléfono.
-¡Muchas
gracias! Las prisas nunca me han sentado bien.
-Toma.
Buen fin de semana.- le deseaba Juan mientras se acercaba y le daba un beso en
los labios. Mientras presionaba el pequeño botón de su tesoro encontrado.
...Inés
se quedó quieta, como si un pequeño terremoto hubiera tomado vida en ella, el
reloj dejó su martilleante ritmo olvidado… mmmmm esa vibración la amarraba. Juan
sonrió, giró sobre sus pasos y desapareció tras la puerta del bar… y con él esa
maravillosa sensación de sentirse viva…