Ana sale de su turno de noche, que se
ha alargado casi 24 horas, exhausta, se mete en su coche y llora.

Cuando su llanto se tranquiliza un
poco, Ana arranca el coche, se dirige a su casa. Allí le esperan sus hijos.
Cada vez que entra por la puerta se le encoge el alma, no sabe si esta vez
viene acompañada por el maldito virus.
Al principio de la pandemia, les
propuso bajar una cama al garaje cerrado del sótano; se enfadaron tanto con
ella que no lo volvió a mencionar. No querían que su madre sufriera más de lo
que ya era evidente que estaba sufriendo, y no por realizar su trabajo, si no
por la dureza de la situación. Así que, ahora, cada vez que entra en su humilde
casa tiene un protocolo que ya ha interiorizado. Llaves y bolso a la caja de plástico
que desinfectan sus hijos cuando ella se va. Abrigo a la percha que cuelga de
un clavo que han puesto en la pared para que no toque nada. Zapatos a otra caja
que sufrirá la misma desinfección que la anterior. Y directa al baño, donde
toda su ropa irá directamente a la lavadora. Ana se mete en la ducha y se frota
casi compulsivamente el cuerpo. Cuando sale sus hijos la abrazan, son muy
conscientes que sus duchas de 20 minutos son de agua, lágrimas, jabón y
sollozos. Su cena está esperándola sobre la mesa, y sus hijos se sientan a
tomar un tazón de leche caliente y galletas. Quieren estar con ella, contarle
cómo les ha ido el día.
“Hemos hablado con los abuelos, están
muy bien, te mandan muchos besos. Hicimos videollamada con los primos, están un
poco cansados de estar en casa, pero han improvisado una mesa de pin-pon en el
salón, la tía no sabe si quejarse o unirse a ellos…”
Ana se mete en su cama con las sábanas
limpias, todos los días sus hijos las cambian, no por miedo, porque saben que
uno de los pequeños placeres de los que su madre disfruta es el de las sábanas
recién puestas. No ha terminado de apoyar su cabeza en la almohada y el
despertador está sonando. Un café rápido, besos de buenos días y abrazos de
ánimo. Su coche, el trayecto, el hospital… El “uniforme” y sus nuevos
pacientes, algunos de los que dejó anoche en sus camas, hoy ya no están. A
media mañana necesita parar un momento no se encuentra demasiado bien, hoy el
dichoso traje de protección le esta dando más calor del habitual y le está
costando respirar.
18 horas después, Ana ocupa una de las
camas. Intubada, boca abajo y sola. La doctora le dejó hablar con sus hijos y
explicarles lo que pasaba. Ellos ya sabían cómo tenían que actuar, ya lo habían
hablado días antes, de lo que no habían hablado era de la impotencia, de la
incertidumbre, de la duda de si esas serían sus ultimas palabras. La doctora
había prometido llamarles todos los días.

Una semana después la pasaron a planta,
había superado la primera parte, ahora había que ir asimilando todo lo demás.
Dos días después la mandaron a casa, allí debería estar aislada. Sus hijos ya
lo habían preparado todo, también habían hablado de ello. Cuando llegó a su
casa no pudo evitar derrumbarse al verlos, allí contentos de tenerla con ellos,
con una sonrisa y algo demacrados.
Ana volvió al trabajo 20 días después,
volvió a agarrar las manos de sus pacientes, volvió a su traje infernal, volvió
a su rutina al entrar en casa, volvió a llorar, volvió…
Ella tuvo suerte, como muchos, y
superó la enfermedad. Otros no corrieron la misma suerte. No estuvieron solos,
estaban con ella, aunque ella solo es una enfermera que “perdió” un poco de su
tiempo en agarrarles la mano, en tranquilizarles, en decirles que no estaban
solos, que había una desconocida a su lado.
Imagino a Ana leyendo y corrigiendo mi
relato. Cuando quiera, me sentaré con ella a escuchar toda la realidad, y toda
la crudeza que he tratado de evitar.
Lo he escrito desde un profundo
respeto por todas las personas que han perdido y están perdiendo la vida en
esta pandemia; y con una enorme admiración por las personas que lo han superado
y por sus familias.
Y por supuesto lo he escrito pensando
en todas aquellas personas que olvidándose de sí mismas han cuidado de todas
las demás, y han agarrado sus manos. ¡Gracias!