
…Qué
difícil es estar tan cerca y no poder sentirte…, había dicho con la mirada
mientras buscaba el arcoíris entre el blanco y el negro.
Aún
no creía que hubiera sacado aquel billete. El tren traqueteó durante unas horas. Las imágenes que la ventana le devolvía
cambiaban paulatinamente. El amarillo iba desapareciendo y el verde invadía
cualquier espacio. Su aventura podía ser una locura, pero sería una gran
historia que contar a los nietos, pasara lo que pasara…
El
amanecer le acompañaba en su pequeña escapada. Una pequeña maleta le recordaba
que su decisión parecía parte evidente de una enajenación pasajera. Bajó la
ventanilla para disfrutar del primer aire del alba. No había mucho tráfico, le
gustaba conducir…
Allí
estaba… Inés se había descalzado, hacía demasiado tiempo que no sentía bajo sus
pies esa sensación tan deseada. Aún le quedaba media hora…

Las
siguientes horas transcurrieron entre palabras mudas preñadas de deseo,
suspiros robados a caricias prohibidas, y preguntas impedidas que por fin
encontraban voz. Unas horas, unos instantes… una vida tornada en esencia…
Hace
algún tiempo, Inés y Juan habían prometido encontrarse lejos de todo. Entre
risas y bromas, eligieron un lugar desconocido para ambos, un día al azar y una
hora. Ninguno volvió a mencionar la conversación, mas ninguno de los dos la
olvidó…