
El círculo vicioso en el que se
sentía inmerso desde hacía mucho tiempo, volvía a hacerse real. No se lo podía
creer. De nuevo se había relajado, los muros habían desaparecido, y de nuevo se
veía sorprendido por sensaciones y sentimientos incontrolables. Ahora, solo
podía volver a desempolvar la jaula, encerrarlos y dejarlos morir de inanición.
No sabía muy bien cómo podía
haber pasado, pero había pasado. Quizás demasiadas conversaciones, demasiados
momentos de risas, demasiadas miradas, demasiadas complicidades, demasiados
silencios, demasiadas confidencias, demasiada naturalidad, demasiado…
Simplemente tenía que coger
aíre, y dejar salir aquello que racionalmente pensaba, y eso hizo.
Las razones, esas que
inclinaban la balanza a favor del “solo quiero que esté bien, todo lo demás no
tiene importancia” eran obvias, al menos para él; edad; vivencias; otras
personas… Nunca sería suficiente para nadie, o al menos no era suficiente para
ella. Así lo pensaba, así lo creía, aunque no era lo que sentía, aunque pronto
lo sentiría. El tiempo, ese, volvería a jugar sus cartas con implacable
rectitud.
Volver a levantar muros,
reparar la coraza, y disfrutar de su rutina diaria, sabía que debía curarse,
ahora que la herida aún no era profunda. Estaba a tiempo para romper ese
círculo vicioso que tanto lo atormentaba… Tan solo necesitaba dejar de ver
señales donde había normalidad, y eso ya lo había hecho antes, así que esta vez
sería más fácil…
Atormentado, frustrado,
acongojado (acojonado), desilusionado, entristecido, abrumado… pero de nuevo se
sentía vivo…