Siguen creciendo personas que si son o
se sienten criticadas por su argumentario (recalcitrante, corrosivo, iracundo,
retrogrado…) no dudan en enarbolar la bandera de la libertad de expresión (de
la que gozan por vivir en un país democrático) y corregir a quien se atreva a
dar una opinión diferente a la suya; porque siguen pensando que toda aquella persona
que no piensa, siente, critica, vota o grita igual que ellas es un “enemigo” y
no merece “vivir” .
Lo que realmente añoran son regímenes
anteriores. Echan de menos la bota en el cuello, siempre y cuando ellos sean
los poseedores de la bota.
Ahora, se hacen dueños de banderas y
patriotismos, y refunfuñan por que los demás no nos identificamos con esas
banderas o esos patriotismos. Aclaman símbolos utilizados en repulsivos actos
de barbarie contra la misma especie y se golpean el pecho perpetuando así el
símbolo que atesora que la evolución humana es real y el eslabón perdido
permanece entre nosotros; aunque, no siempre, el ritmo de la progresión evolutiva
llegó a todos los individuos por igual.

(Siempre me acuerdo de mi pediatra y
luego médico de cabecera, Don Aurelio, con su cigarrillo en la boca mientras me
decía, “haz lo que te diga, no lo que me veas hacer”).
Estamos a las puertas de una crisis a
nivel mundial, una crisis que quizás no hallamos sufrido antes, una crisis
económica, sanitaria y social. Y ahí están, saliendo de entre los peñascos,
preparándose (calentando) para hacer leña de todos los arboles caídos.

Y simplemente estoy hasta las narices
de ignorar sus comentarios, sus falaces historias, sus excusas, sus malas
artes, sus orgullos mal entendidos, su falta de rigor y de principios. Estoy
harta de que inventen o retuerzan la realidad para que les sea propicia; estoy
cansada de sus manipulaciones. Realmente creen que si repiten una mentira
muchas veces se va a convertir en verdad, y es muy probable que ensucie oídos
de gente de bien, pero será mentira siempre.
No soy tu enemiga por mi falta de
creencias religiosas, por suerte creo en las personas.
No soy tu enemiga por expresar mi
opinión o manifestarme en contra de injusticias o a favor de mejoras sociales.
No soy tu enemiga…
Las lecciones de moralidad o ética son
una falacia en medio de toda esta situación convulsa. Pero algo que siempre (me) funciona; es ponerse(me) en el lugar del otro.
Si no lo quiero para mis padres, mis tíos,
mi abuela; no es válido (para nadie).
Si no lo quiero para mis hijos; no es
válido (para nadie).
Si no lo quiero para mis amigos; no es
válido (para nadie).
Si no lo quiero para mi gente; no es válido (para nadie).
Así que, si no es válido para los míos,
no es válido para nadie. Y hay que mejorarlo hasta que lo sea. Creo que es muy
fácil de entender; quizás un poco más complicado llevarlo a la práctica, pero
no imposible.
Quizás (y solo digo quizás) sea hora
de abrir un poco la mente, no dejar que el miedo a lo desconocido o diferente
bloquee la evolución.