
El trabajo es una locura, sí, estoy comenzando y aún no puedo controlarlo
todo, pero hay días que la impresión de que no he sabido hacer nada de nada me persigue
como un mal asesino con una guadaña mal afilada, hoy es uno de esos días, ¡necesito
minutos de noventa segundos para dar a vasto!
...Llego a casa tarde mal y nunca,
(no me puedo quejar mucho…) y la tarde no quiere darme de sí. Mi mente no para de gritarme: ¡Haz tareas!, ¡implícate
en la vida y estudios de los niños! (que, por otra parte, ya no son tan niños), ¡...la compra!, ¡termina de estudiar, resumir, esquematizar manuales!, esto para evitar estar con la mano
levantada la mitad de la mañana…
...Las once de la noche llegan como si las horas
fueran segundos, he hecho todo lo que he podido, y tengo tres mil tareas más
que deberían estar hechas… todo va deprisa, aturulladamente rápido… y cuando
abro la cama recuerdo que no llamé a mi hermana, o a mi amiga Pilar o que las
conversaciones que últimamente he mantenido con mi mejor amigo han sido a través
de “wassap” y de conversaciones tenían muy poco… empiezo a odiar la sensación
de no tener tiempo para cuidar lo realmente importante, y no sé cómo hacer que
todo encaje en mi tiempo y en mi vida.
Necesito trabajar y quiero seguir
trabajando (quizás no sea el trabajo de mi vida, pero me gusta…); necesito
pasar tiempo con mis hijos, reírme con ellos, escucharles sin estar haciendo
tres cosas más a la vez, quiero mi tiempo con mis hijos; necesito hablar con
mis amigos, tranquilamente, sin prisas…quiero que sigan siendo parte de mi vida
sin la sensación de olvido o distanciamiento…
...necesito ... necesito...