
Tristes y
aciagos tiempos la enredaban… no era capaz de recordar de dónde había sacado las
fuerzas en situaciones peores… las lágrimas se fundían con el agua tibia que recorría
su cuerpo, la respiración comenzaba a tener un ritmo casi normal. Nunca había
sido tan consciente de su respiración. No podía evitar oír los gritos que había
oído minutos antes en sueños; ni ver las caras de mofa; ni sentir como el reloj
se reía mientras corría a velocidades vertiginosas; ni lograba entender lo que
la pantalla del ordenador le devolvía… un agujero negro con forma de auricular
que la desmembraba dejando de forma fantasmagórica sus manos sobre el teclado y
su boca con el diminuto micrófono en el ansiado puesto de trabajo… no podía
evitar…
Cerro el
grifo, se envolvió en la toalla y salió al patio con un gran vaso de agua muy fría.
Cuando logró recuperar la compostura cogió el teléfono y marcó el número del
centro de salud. Las cuatro y cuarto de la mañana, mas la locución no
descansaba, no lo necesitaba.

Mientras
se dirigía a la empresa, su respiración se fue agitando, trató de pensar que
aquello era un paseo, un rato que no pasaría entre cuatro paredes… casi lo
logra… dejó el parte de baja mientras la administrativo se preocupaba
falazmente por su salud… huyó del lugar lo más rápido que su buena educación le
permitió. Sólo quería llegar a casa antes que aquel ataque repentino de “llanto
fácil” se apoderara de ella…
A veces
la lucha más complicada era la que mantenía entre la necesidad de seguir
adelante y la certeza de que no podía ser a cualquier precio… llegó a casa, se
acurruco entre las sabanas y deseó que el tiempo corriera vertiginosamente…