lunes, 21 de junio de 2010

...llamadas perdidas



Una llamada perdida... Un deseo no formulado... Una pregunta no contestada... Una mirada no comprendida... Una llamada perdida…

¿Dónde quedaron las palabras?

Quedaron olvidadas junto con los roces, las intenciones y la ilusión...
Quedaron recogidas junto con el tiempo y la paciencia...
Quedaron sorprendidas junto a la desidia y el qué dirán...
Quedaron empapadas de oscuridades y de vientos...
Quedaron agotadas de opiniones y contradicciones...

Quedaron…
allí en aquel rincón dónde la luz no llega…

lunes, 14 de junio de 2010

Más lluvia

De nuevo la lluvia comenzó a invadir la ciudad, los edificios se tornaban acogedores, las calles musitaban en la más profunda de sus soledades, alguien corría hacia la parada del autobús. Mientras tanto la lluvia pasaba a ser parte de la vida, otra vez estaba allí con su eterna frescura, invadiendo la boca de la ciudad donde decidió habitar para por algún tiempo.

Alguien con su sonrisa en la mirada atendía a los clientes que se habían refugiado en el local, todo indicaba que iba a ser una tarde triste y aburrida. Cada uno miraba como su bebida se consumía y de vez en cuando intercambiaba algunas palabras plastificadas con la persona más próxima. Todos maldecían la lluvia y esperaban deseosos que aquella hermosa música parase para poder seguir corriendo hacia sus quehaceres cotidianos.

Mientras el esperado momento llegaba, comenzaron a escuchar los pasos de alguien tranquilo que bajaba canturreando una melodía por aquellas estrechas escaleras. Era un personaje cuyo aspecto recordaba a un duendecillo escapado de alguna rojiza llamarada de una vieja chimenea. Sus ropas pegadas al cuerpo no dejaban de llorar aquel lamentable estado. Mas su gesto era agradable, transmitía tranquilidad, serenidad y a la vez goce. Todas las miradas se posaron sobre él, recorriéndolo, espiándolo...

- Buenas tardes.- dijo a fin de romper la atención que se ceñía en él, pero nadie contesto. Todos y cada uno de los ocupantes de aquel lugar admiraban aún su gesto y se negaban a olvidarlo por un momento, pues trataban de sorberle todo su jugo.

Nuestro duendecillo se acerco serenamente a la barra despojándose de aquella chamarra que seguía dejando caer sobre el suelo sus preciadas gotas de lluvia. Después de haber recibido aquella pócima calentita, se dirigió inocentemente al camarero que le había atendido.

- Nos visito la lluvia. Hacia tiempo que la esperaba.
- Podía haber esperado unos días.- Contestó el camarero de mirada sonriente dejando entrever que aquella, precisamente, no era una grata visita.- Ahora la gente se quedara en su casa. Nadie vendrá con el chaparrón que esta cayendo.
- ¿Por qué? La lluvia solo acaricia nuestras ropas, besa nuestras caras. ¿Por qué la gente huye de ella?
El camarero extrañado ante aquel comentario no sabía si reír u olvidarlo sin darle la menor importancia.
-La lluvia solo quería posar su boca sobre nosotros. No pretendía asustar y mucho menos disgustar a nadie. ¿Te has parado alguna vez a sentir su beso?- continuo preguntando el extraño personaje.
-Su mojado beso, diría yo.- Contestó el camarero que iba poco a poco perdiendo su mirada sonriente.
- ¿Cuántas veces te has alejado de otros muchos mojados besos por miedo? Supongo que muchas pues todos ellos te pedían el tuyo a cambio. Este no te pide nada, tan solo que te dejes besar.

El camarero se alejó, no quería seguir escuchando aquellos comentarios incomprensibles. Habían llegado nuevos clientes, que se sacudían todo el agua que les había caído encima.

Poco a poco el martilleante ritmo del tiempo se fue haciendo más pesado y lento. Todos los clientes fueron desapareciendo, todos, menos aquel extraño personaje que seguía tarareando aquella hermosa melodía.

La hora de cierre estaba cerca, por fin iba a acabar aquella tortuosa jornada de trabajo. Había dejado de llover. Mas todo se mantenía calmado. Bajó la trampilla del local y se dispuso a caminar deseoso hacia su cómodo sillón…


-Si la lluvia te vuelve a visitar, deja que te bese por una vez. Quizás luego mis palabras no serán un sinsentido para ti. Recuérdalo, no lo olvides.- Así se despidió el duendecillo de aquel cansado camarero- Quizás un día cuando unas pequeñas gotas acaricien tu boca dejaras que su beso te invada, solo quizás… Pero recuerda, si no lo intentas al menos una vez esta historia será una amalgama de palabras, una historia que un día te contaron pero olvidaste con el tiempo. Piénsalo, quizás la lluvia solo desee besarte durante un instante.

jueves, 10 de junio de 2010

Sensaciones... batiburrilo




Vuelve a llover… vuelven a acongojarme los sentimientos que trate de esconder en algún rincón olvidado.

Tras las gotas de agua la gente corre tratando de huir inútilmente, busca refugio bajo cornisas inexistentes, mira al suelo y encoje los hombros encontrando la falsa sensación de que así no se mojaran…

Mientras paseaba, mientras me mojaba, recordaba los clichés repetidos que han marcado a fuego mi existencia. Y como los míos, vuelven y renacen de las cenizas de promesas mal cumplidas.

¿Somos seres de costumbres fijas? ¿Aprendemos o nos adaptamos? ¿Nos conformamos?

A medida que el tiempo pasa (y llega un momento que pasa muy deprisa) aquello que no tenia ninguna importancia empieza a tenerla, ¿nos hacemos caprichosos o maniáticos? Claro, que donde estoy utilizando el plural, podéis colocar un singular y levantar el dedo acusador y señalarme.
Mis esfuerzos, mis valentías, mis cobardías, mis inseguridades, mis…, son fruto de mis decisiones, son producto de haber recorrido mil veces el camino de las posibilidades, de las opciones posibles… Y estas han ido multiplicándose a medida que los años van subiéndose en mi mochila vital, ¡que difícil era cuando tenía 18 años! ¡¡Que complicado resulta ahora!!

Regalos de lluvia…

miércoles, 9 de junio de 2010

Curiosa mañana


¡Por fin llegó el día!
Curiosidades a un lado, el juicio debía celebrarse a las 10 de la mañana en la Audiencia Provincial. Nervios, preguntas no contestadas, miedo disfrazado de valentía inútil… un sinfín de emociones encontradas, me acompañaban en mi trastabillado paseo hasta Gran Vía.
La Audiencia estaba desierta, si ignoro la presencia de los dos guardias civiles que apuntan minuciosamente tu nombre y documento nacional de identidad en su particular registro.
A pesar de que las escaleras que conducían a la segunda planta me hicieron un más que sensual guiño, el ascensor fue más convincente. La segunda planta, laberinto de pasillos y puertas…
No sabía donde debía presentarme para testificar, pero tampoco había nadie a quien poder preguntar… Después de girar a la izquierda dos veces y una a la derecha, encontré un minúsculo despacho donde se agolpaban papeles, tres ordenadores y cuatro personas que parecían estar esperando mi llegada…
- Perdona, creo que te hemos hecho venir para nada. Han llegado a un acuerdo y no se va a celebrar el juicio.- me dijo un hombre que se escondía tras su camisa rosa- Eres Teresa, ¿verdad?
- Buenos días, si soy Teresa – respondí mientras trataba de rebuscar en mi memoria el nombre de aquel hombre que se dirigía a mi como si antes hubiéramos cruzado más de cuatro palabras.
- ¿Necesitas un justificante?
- No, no lo necesito – contesté incrédula ante aquella situación que se me antojaba un poco surrealista.
- Gracias por venir, seguramente a mi compañera se le pasó avisarte.
- No pasa nada. Adiós.

Regresé ante la puerta del ascensor mientras que en mi cabeza un increíble número de pensamientos ridículos comenzaban a amontonarse y mi cara se relajaba y dejaba salir una sonrisa aliviada.
¿Realmente aquel hombre me conocía?
¿Me estaban esperando?
¿Se les había pasado avisarme o querían ver la cara de tonta que se me iba a quedar?

Las escaleras, no me despedí de las escaleras…

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