viernes, 7 de septiembre de 2012

Desear no desear...



Ayer, mientras la luna azul hacía su aparición tras el puente y el aire traía olores otoñales, la camarera, en un alarde de amabilidad nos acercó unas mantas. El otoño está empujando al verano y quiere instalarse antes de tiempo. Las chaquetas y calcetines salen de los armarios deseosos de olvidar este suspiro veraniego. Los fumadores nos resistimos a entrar en los locales, aferrándonos con inusual estilo al calor que desprenden aquellas mantas y nuestro café… Ayer, mientras descubría “la madre tierra charra”, me sorprendí echándote de menos. La compañía era muy agradable, mas las palabras volaban enredándose en las ramas de los chopos, conversaciones domingueras, puestas al día y exageraciones infructuosas… Allí estaba yo, en mi río, en mi lugar, disfrutando del momento y pensándote…

Tras las conversaciones ajenas murmuraba el Tormes, lento, pausado, saludando a los trovadores de vocablos lujosos y vacios de significado, sonriendo a los malabaristas de buenas intenciones caídas en saco roto, ignorando a los pregoneros de grandes hazañas (inventadas todas ellas)… Murmullos y susurradas declaraciones de principios utópicos, los “debería ser” usurpaban el terreno a los intrincados vecinos “pero es así” y como colofón el “es lo que hay” acallaba la charla… Y allí estaba yo, en mi río, en mi lugar, disfrutando del momento y pensándote…

El frío, o al menos su hermano menor, hizo acto de presencia, y amparadas detrás de las cristaleras pasé a ser un tema de conversación, incómoda situación cuando las buenas palabras son procesadas como sermones infructuosos. El silencio de alguno de los comensales evidenciaba la inusual situación, o quizás el haber arrebatado su tiempo de protagonismo había hecho aquel nudo en su garganta, sea como fuere, la tertulia (alimento del alma) repicaba a arrebato. Era hora de cambiar de escenario y de protagonista principal… Y allí estaba yo, en mi río, en mi lugar, disfrutando del momento y pensándote…

Al calor del lugar, acurrucadas en los recuerdos que el pianista nos regalaba a cada momento, hicimos nuestro particular aquelarre. Intenciones, objetivos, viajes, planes, futuribles… bella noche nos regaló el día, intensos momentos nos regaló la luna, quebradizos recuerdos nos regalamos… Y allí estaba yo, en mi río, en mi lugar, disfrutando del momento y pensándote…

…pensándote, deseando dejar de desear, añorando el tiempo, disfrutando del momento…


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