miércoles, 8 de agosto de 2012

... desterrado retiro


Apagó la radio cuando sonaba una estúpida cuña de una autoescuela local. Chsssss, calladita estas mucho más guapa le dijo al aparato mientras salía por la puerta de la cocina. La tortilla de patata estaba lista. Las tareas domesticas la ocupaban una parte de la mañana, tiempo que se iba para no volver, pero había que hacerlas. Sobre la mesa del salón había un libro que aún no había comenzado a leer, tampoco le despertaba demasiada curiosidad. El portátil murmuraba su eterna canción, aún no había abierto su correo electrónico, tampoco esperaba encontrar un gran aliciente en ello. Dos correos con presentaciones ñoñas, el boletín de empleo de la provincia (¿Por qué lo llamaran así? Hay de todo menos empleo en la provincia), un correo con muy mala pinta (virus seguro)… nada interesante. Dio su habitual paseo virtual por las páginas donde podían verse ofertas de trabajo, las mismas de ayer, y de anteayer. Los periódicos digitales le permitían estar al día a golpe de vista, un par de blogs que seguía sin ninguna entrada nueva… El tedio iba haciendo su aparición. Recordó que aún tenía que ensobrar los últimos cincuenta currículos y llevarlos a correos. Un paseo no le vendría nada mal.
La oficina de correos no quedaba muy lejos de su casa, cinco minutos andando, paseando… los funcionarios de correos ya la conocían, había visitado esa oficina casi a diario durante las dos últimas semanas. Aquel sería el único contacto adulto que mantendría durante todo el día. Regreso a casa pensando (literalmente) en cada paso que daba, sin prisa, pero sin pausa. Aquella puerta le recordaba que todavía quedaban un par de horas para que el silencio desapareciera…
… Atacaba la díscola soledad el minado campo de batalla que había mantenido impoluto durante (¿cuántos, ocho meses?) ocho meses. Todas las preocupaciones iban y venían por el pasillo en un eterno y disparatado desfile. Mas esa sensación que diseccionaba cruelmente su existencia era la más bella de toda la formación, todos los flases se disparaban cuando regresaba a la fila, saludaba descarada, sonreía, incluso cuchicheaba…
…al final del día, cuando sus cachorros descansaban en sus habitaciones, dejaba que el sueño la pudiera en el salón en un infructuoso intento de dormir eternamente…


Entradas populares