lunes, 17 de agosto de 2020

La Reunión de los Aborregados

 

- ¿Te pasa algo? Últimamente estas muy callada.

- Nada, no te preocupes. Simplemente no paro de darle vueltas a todo lo que está pasando. Aún no soy capaz de creer que estemos viviendo esto. -Dijo Lía mientras seguía removiendo la cucharilla en la taza ya vacía de café.

- Esta pasando. Nada más. No puedes hacer nada. Solo podemos intentar sobrevivir. No lo pienses, te pones triste y me preocupas mamá.

- La estupidez humana no tiene límites. El virus vino a intentar acabar con nosotros y encontró unos buenos aliados en parte de la población. Recuerdas cómo le quitábamos importancia el primer enero al virus, no iba a llegar a afectarnos, no éramos capaces de imaginarlo. Y en el primer marzo estábamos todos confinados. Mientras en hospitales y residencias contaban muertos. Y cuando pensábamos que habíamos doblegado la curva, llegó septiembre y coleó. Pensamos que era la segunda ola, y nada más lejos. Eran los últimos coletazos de la primera. El virus tenía aún mucho que demostrar y ¿qué hicimos? Volvernos a reír, dividirnos, señalarnos, olvidar, acusarnos y reunirnos. ¿Cuándo fue la Reunión de los Aborregados? ¿el 18 de agosto? - preguntó Lía a Gaia mientras levantaba la vista de la taza.

- 16 de agosto, en la Plaza Colón. La Reunión de los Aborregados. ¿Cómo llegó a tener ese nombre? - preguntó Mosi mientras se sentaba a la mesa y servía más café a su hermana y a su madre.

- Ese nombre terminó acuñándose meses después, cuando muchos de los asistentes reconocieron en redes sociales que se equivocaron al creer en lo que unas pocas cuentas de Twitter, Instagram, Facebook; páginas web y medios de comunicación contaban como cierto, certero o veraz. -Lía respiró como para coger fuerzas- Arrepentidos muchos utilizaron la etiqueta “aborregados” para disculparse. Pidieron disculpas, pero el daño estaba hecho- Lía no pudo evitar bajar la cabeza negando- Aquellas cuentas disfrazaron un objetivo oculto venido de otros tiempos, sacado de discursos obsoletos y retrógrados. Se valieron de personajes públicos venidos a menos y mal envejecidos. Aprovecharon el miedo; las ganas de volver a la normalidad para jalear ideas incongruentes. Llegaron a muchísima gente, unos contrastamos información y buscamos los orígenes de dichas ideas, pero sobre todo chequeamos el origen de las cuentas que vertían esa información. Otros simplemente se lo creyeron a pies juntillas por que iba en contra de todo lo que el gobierno o los dirigentes de sus comunidades trataban de implementar para tratar de mitigar los daños posibles. -Lía se llevó la taza a los labios antes de proseguir- Y se creyeron lo que decían y las siguieron como las ovejas al pastor. Los que estaban detrás solo tuvieron que soltar a sus perros para meter al rebaño en el redil. Aquel día Bosé y la ultraderecha hicieron caldo de cordero con una pandilla de descerebrados que jugando con la salud y la vida de todos se atrevieron a hacer una manifestación que trajo graves consecuencias. -Lía trataba de no arrastrar las palabras, pero no podía evitar su peso a medida que las pronunciaba.

- ¡Mamá! ¿tu, en contra de una manifestación? No puedo creerlo. Tú que siempre las has defendido, sean del color que sean- dijo Gaia en un tono que trató de que fuera lo más jocoso posible para quitar peso a lo que su madre narraba.

- Y lo seguiré haciendo. Todas las personas tenemos derecho a manifestarnos de una forma pacifica y respetuosa para enarbolar nuestras ideas y protestar. Pero aquello fue un sinsentido, un batiburrillo de gente que sabía a lo que iba, de personas que simplemente querían protestar contra el gobierno por ser quienes eran y seres que lejos de tener un mínimo de empatía con el resto de la población querían quitarse el bozal para poder berrear detrás de su amo. -Lía hizo una pausa antes de continuar- Hablaron de planes con falsas vacunas y nanorobots para controlar a la población, gritaron que querían ver el virus, vociferaron contra los resultados científicos de infectados; no se creían nada de lo que la comunidad científica decía y menos aún la gestión de las autoridades y sus objetivos. – Lía se revolvió en la silla antes de seguir- Imagino que ninguna de las personas asistentes a aquella absurda reunión había perdido por el virus a ningún ser querido en los meses anteriores.

-Mamá, todos vimos las imágenes, seguro que entre todos ellos había algún mentecato que había perdido a alguien, pero es más fácil culpar al gobierno de un plan oculto supremacista que asumir que un virus se llevó a tu tío, padre, hermano o amigo. No sé, mamá, lo que ocurrió aquel día fue un estúpido acontecimiento que pagamos todos. - La interrumpió Mosi, muy consciente de que su madre trataba de darle un sentido a todo lo acontecido después.

-Además, aquel día fue como si hubieran encendido la mecha- dijo Gaia en voz alta, mientras se echaba un poco más de azúcar en el café.

- Y la encendieron, no lo dudes. La humanidad había aprendido como enfrentarse al virus, más o menos. Incluso llegamos a creernos con mucha osadía que podíamos adelantarnos a él. De lo que no fuimos conscientes en ningún momento fue de que el virus, también evolucionó y nos ganó de la manera más cruel, dejándonos creer que lo teníamos casi controlado.


El día se apagaba fuera. Casi era de noche y solo eran las cinco y media de la tarde. Había sido una jornada llena de altibajos. La radio ronroneaba sobre la estantería de la cocina mientras el silencio inundaba todo. No podían evitar sentirse solos, como una nota no afinada en la sinfonía de un nuevo mundo.

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