miércoles, 4 de abril de 2012

¡¡Caótica!!



Al final de la calle se encontraba el café, sólo eran unos pasos más, pero quería alargar aquel momento. La lluvia caía con infinita generosidad, estaba empapada pero ni tan siquiera lo sentía. La gente corría de un lado para otro, los paraguas chocaban, los coches pitaban insufriblemente… prisas…
Un café solo con hielo y la prensa del día… todo eran buenas noticias, ¡que novedad! No quería regresar a casa, volver a la rutina diaria… ordenar ideas, sensaciones, era esencial. Los hielos tintineaban mientras movía distraídamente el vaso. Rodeada de extraños no podía, ni quería centrarse en nada. Paseaba su mirada por el bar sin saber donde posarla. Mudas gotas salpicaban los ventanales olvidando entonar su melodía vital. Pagó su café y salió sin rumbo… la calle mojada hacía que pusiera más de un sentido en sus pasos, incapaz de relajar la mente. Todo se amontonaba y nada quería regresar a su lugar. Descolocada, todas aquellas barreras construidas con brutalidad alemana, que hasta ahora tan bien habían empeñado su labor, ahora la abandonaban… caían una detrás de otra como los naipes de un castillo imaginario. Todo ese poder concentrado en las barricadas… el claxon de un coche la devolvió a la realidad, sin querer había llegado a la puerta de su casa. Abandonó la idea de encontrar la solución en aquel momento, una vez más estaba a merced del tiempo. Tras atravesar el umbral, retornaba a su vida… los biberones, la ropa por recoger, la anárquica cocina, el teléfono había sonado, la cadena del baño se había estropeado y el microondas había pasado a mejor vida hacía ya días… y todo lo que quería era descansar… Idas y venidas sin objetivo fijo no estaban ayudando… la radio sonaba por tener compañía susurrada… reconocía la canción, seguramente la había escuchado más de una vez. Cansada, enfadada, desarmada, desencajada… sólo era capaz de gritarse ¡céntrate!
El reloj marcaba las dos, una hora de lucha interna, una hora para una tregua, una hora… cuando, al fin su ritmo se había tornado casero, sonó el timbre. ¡No me lo puedo creer! ¡¿y ahora qué?! En la puerta había un chico con una carpeta en la mano y una flor en la otra. Creyó oír como le pedía que firmara la entrega… ¡una flor!
La lluvia trajo vida y con ella, miedo… y una flor…

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