martes, 3 de marzo de 2020

Piénsalo, ¿quieres?


La mañana se levantó anodina. Sin ganas de dejar huella en su irresuelta vida, Lía salió a la calle, sin rumbo conocido. Las prisas no eran suyas, la gente corría de acá para allá sin inmutarse por su presencia, ¿por qué lo iban a hacer?, solo era una mujer deambulando por las calles del barrio revivido a golpe de brocha.
Otras veces había descubierto algún mural nuevo, pero hoy no iba a ser ese día. Caminaba ensimismada en sus pensamientos sin mirar a quien se cruzaba en su paseo. Tras la esquina, sin previo aviso, chocó con el cochecito de un bebé, se disculpó dos veces antes de levantar la mirada, casi asegurándose de que la criatura seguía plácidamente dormida. La cara de reprobación que se iba a encontrar al mirar a la persona que iba detrás del bebé le daba un poco igual.
-Lo siento, lo siento; discúlpame.-dijo mientras elevaba la mirada-¡Vaya! ¡Hola!- dijo sorprendidísima.
Jamás pensó que se la podría encontrar en ese barrio, a ella; a la inquebrantable; a la fría; a la imperturbable; a la enigmática; a la inmutable; a la…; a ella, Gadea.
Nunca se llevaron mal, aunque nunca se dieron la oportunidad de llevarse bien. Cada una de ellas ocupaba su lugar, en ocasiones Lía ocupaba más y en otras ocupaba menos. La vida las obligó a cruzarse y verse inmersas en  una relación complicada con un amigo común, Enzo. Ambas sabían que él no fomentaba el enfrentamiento, es más le hubiera encantado que hubieran tenido una relación más cordial y menos educada; pero no se puede tener todo. Gadea dejó que su relación con Enzo evolucionara, en cuanto Lía dejó de molestar.

-¡Hola Lía! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal estas?- logró decir Gadea mientras trataba de disimular la sorpresa e incomodidad del encuentro.
-Todo bien, como siempre. ¿Y vosotros?
-Bien, liados con la vida, ya sabes. –Dijo señalando el capazo- Hace mucho tiempo que no nos veíamos, hace mucho tiempo que no ves a Enzo… -afirmó sin la menor duda y sabiendo que había entrado en terreno movedizo- En ocasiones hablamos de ti, últimamente, él habla mucho de ti; creo que te echa de menos…-la duda iba haciendo mella en ella a medida que las palabras se le escapaban de la boca y lograba calibrar sus consecuencias- Quizás podrías acercarte un día a verlo, seguro que se alegraría de tu visita…
-Gracias Gadea, ya veremos… Me alegro de haberte visto, da besos…- casi susurró Lía mientras sus piernas luchaban por seguir sujetando su cuerpo.
-Yo también me alegro, piénsalo, ¿quieres?, adiós- Se despidió Gadea que también deseaba acabar con aquel fortuito encuentro que quizás se le había ido de las manos.

Lía siguió caminando, esta vez con un poquito más de brío, quería alejarse de allí, con la vana esperanza de huir también de todos los recuerdos que se agolpaban por salir de ese lugar donde en el momento que decidió dejar de molestar los había guardado entre tules y algodón…


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