La
anodina televisión escupía imágenes. Había activado la función que le permitía
enmudecerla. Sólo quería tener la sensación de compañía. El calor era
sofocante, había bajado el toldo de la terraza para poder leer cómodamente
mientras el sol decidía esconderse tras aquel horizonte plano y azul. Aquellos
días en soledad le permitían ordenar sus objetivos, sus pensamientos, sus
inquietudes, sus prioridades, sus renuncias… le permitían… ordenarse.
El
paseo matutino sobre la arena fría arrullada por las olas iniciaba los días. La
desierta playa le brindaba la oportunidad de despojarse de la ropa y darse un
refrescante baño. Su particular manera de comenzar a dibujar sobre un lienzo
blanco. De regreso a aquella que era su casa durante aquel elegido tiempo, daba
un pequeño rodeo hasta un pequeño mercado. Algo de pescado fresco, y fruta componían
la cesta de la compra del día. Un café en la terraza de un bar mientras leía el
periódico, mientras dejaba que la brisa la hiciera sentir viva. El día transcurría
entre paseos y baños; lecturas y cervecitas; tranquilidad y cafés.
Inés
había sido despedida junto con muchos de sus compañeros, la empresa para la que
trabajaba se había declarado en quiebra. Tras arreglar todos los papeles
necesarios para poder seguir adelante decidió poner en cuarentena la
desesperación y la impotencia, regalándose unos días lejos de todo. Pero no
estaba funcionando como lo había planeado. Todos aquellos pensamientos se
agolpaban en su cabeza. Trataba de poner orden, fijar un comienzo, mas no se sentía
con fuerzas suficientes… No iba a tener un reinicio perfecto, (odiaba esa
sensación), pero sabía que debía enfrentarse al miedo que la secuestraba
maniatada, le tocaría improvisar, corregir sobre la marcha…
…
el último paseo por la playa, el sol iba a romper aquella penumbra, desnuda se
encaminó hacía el agua… adoraba esa sensación, entrar lentamente dejando que la
piel se sorprendiera a cada paso… nadó y se dejó llevar… mientras emergía
dislumbró una figura en la playa, puso los pies sobre el fondo y en un alarde
de total incredulidad se frotó los ojos; no daba crédito, Juan sostenía su
toalla junto a la orilla… caminó hasta él, se envolvió en la toalla y lo miró
atónita, curiosa y feliz… “Tenemos un proyecto y queremos que tu participes en
él…” le dio tiempo a decir a Juan antes de que Inés le diera un perturbador
abrazo… tras el cual se encaminó de nuevo hacia el mar y le susurró “volveré, y
traeré buenas noticias, te lo prometo”…