martes, 18 de diciembre de 2012

Delirios febriles



Acariciaba mi nombre al pronunciarlo, aunque eso fue en otro tiempo. Me acurrucaba bajo su piel, sintiendo el calor que adormilaba mi mente y despertaba sensaciones olvidadas. Su voz sabía a escondido deseo no pronunciado… Mas otros tiempos han llegado, todo quedó bajo la arena del reloj que presidía mi turno.

Tiempo tornado a menos, tiempo de consejos enojados, tiempo de despreciadas despedidas, tiempo atropellado… aunque ese era mi tiempo… impresiones ignoradas pero dolorosas.

Soy reina de mi silencio para evitar ser esclava de mis palabras. Aún desconozco qué pasó o cuál fue el detonante… la información abroncada ya la conocía, no necesitaba el mal gesto… ¿revulsivo? no funciona así, no cuando el momento había sido precedido por instantes de agradable conversación… unos metros y unos minutos cambiaron la situación…

Añoro el tiempo sin prisas, las miradas mudas llenas de significado, la naturalidad de los abrazos, los besos inocentes, las conversaciones insaciables, las cómplices sonrisas… añoro los consejos de amigo…

El miedo levanta muros y con ellos llena de trampas los sentimientos. Evito mirar atrás, pues tras de mí no hay nadie… si infinitas caídas. Y me quedo del lado de la puerta que conozco aún a sabiendas que tras el umbral no hay precipicio, como mucho otro doloroso revolcón vital del que (seguro) aprendería algo nuevo. Y me escondo en los mordidos besos de los recuerdos, que inconscientemente me golpean día a día. Y encuentro que aquello que quise pensar inédito, era (simplemente) algo más. Instintivamente guardo mis gestos tras detalles íntimos que imagine exclusivos, los hice exclusivos y los escondí ante los ojos públicos ¡que mejor lugar! (¡inocente!).


… …
Cada día vuelvo a perderme… en ti y contigo… sin elegirlo, sin provocarlo… sin querer.

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