lunes, 14 de junio de 2010

Más lluvia

De nuevo la lluvia comenzó a invadir la ciudad, los edificios se tornaban acogedores, las calles musitaban en la más profunda de sus soledades, alguien corría hacia la parada del autobús. Mientras tanto la lluvia pasaba a ser parte de la vida, otra vez estaba allí con su eterna frescura, invadiendo la boca de la ciudad donde decidió habitar para por algún tiempo.

Alguien con su sonrisa en la mirada atendía a los clientes que se habían refugiado en el local, todo indicaba que iba a ser una tarde triste y aburrida. Cada uno miraba como su bebida se consumía y de vez en cuando intercambiaba algunas palabras plastificadas con la persona más próxima. Todos maldecían la lluvia y esperaban deseosos que aquella hermosa música parase para poder seguir corriendo hacia sus quehaceres cotidianos.

Mientras el esperado momento llegaba, comenzaron a escuchar los pasos de alguien tranquilo que bajaba canturreando una melodía por aquellas estrechas escaleras. Era un personaje cuyo aspecto recordaba a un duendecillo escapado de alguna rojiza llamarada de una vieja chimenea. Sus ropas pegadas al cuerpo no dejaban de llorar aquel lamentable estado. Mas su gesto era agradable, transmitía tranquilidad, serenidad y a la vez goce. Todas las miradas se posaron sobre él, recorriéndolo, espiándolo...

- Buenas tardes.- dijo a fin de romper la atención que se ceñía en él, pero nadie contesto. Todos y cada uno de los ocupantes de aquel lugar admiraban aún su gesto y se negaban a olvidarlo por un momento, pues trataban de sorberle todo su jugo.

Nuestro duendecillo se acerco serenamente a la barra despojándose de aquella chamarra que seguía dejando caer sobre el suelo sus preciadas gotas de lluvia. Después de haber recibido aquella pócima calentita, se dirigió inocentemente al camarero que le había atendido.

- Nos visito la lluvia. Hacia tiempo que la esperaba.
- Podía haber esperado unos días.- Contestó el camarero de mirada sonriente dejando entrever que aquella, precisamente, no era una grata visita.- Ahora la gente se quedara en su casa. Nadie vendrá con el chaparrón que esta cayendo.
- ¿Por qué? La lluvia solo acaricia nuestras ropas, besa nuestras caras. ¿Por qué la gente huye de ella?
El camarero extrañado ante aquel comentario no sabía si reír u olvidarlo sin darle la menor importancia.
-La lluvia solo quería posar su boca sobre nosotros. No pretendía asustar y mucho menos disgustar a nadie. ¿Te has parado alguna vez a sentir su beso?- continuo preguntando el extraño personaje.
-Su mojado beso, diría yo.- Contestó el camarero que iba poco a poco perdiendo su mirada sonriente.
- ¿Cuántas veces te has alejado de otros muchos mojados besos por miedo? Supongo que muchas pues todos ellos te pedían el tuyo a cambio. Este no te pide nada, tan solo que te dejes besar.

El camarero se alejó, no quería seguir escuchando aquellos comentarios incomprensibles. Habían llegado nuevos clientes, que se sacudían todo el agua que les había caído encima.

Poco a poco el martilleante ritmo del tiempo se fue haciendo más pesado y lento. Todos los clientes fueron desapareciendo, todos, menos aquel extraño personaje que seguía tarareando aquella hermosa melodía.

La hora de cierre estaba cerca, por fin iba a acabar aquella tortuosa jornada de trabajo. Había dejado de llover. Mas todo se mantenía calmado. Bajó la trampilla del local y se dispuso a caminar deseoso hacia su cómodo sillón…


-Si la lluvia te vuelve a visitar, deja que te bese por una vez. Quizás luego mis palabras no serán un sinsentido para ti. Recuérdalo, no lo olvides.- Así se despidió el duendecillo de aquel cansado camarero- Quizás un día cuando unas pequeñas gotas acaricien tu boca dejaras que su beso te invada, solo quizás… Pero recuerda, si no lo intentas al menos una vez esta historia será una amalgama de palabras, una historia que un día te contaron pero olvidaste con el tiempo. Piénsalo, quizás la lluvia solo desee besarte durante un instante.

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