Cuan difícil es dejar escapar de entre los dedos las buenas sensaciones. Renunciar
a esa egoísta sensación de ser necesario…
Ya no me siguen por toda la casa… Ni trepan por mis piernas buscando
alimento y atención… Ya no hay carreras descontroladas en el pasillo, curvas
mal cogidas, o saltos probando capacidades físicas. No se oyen gruñidos en
mitad de la noche, persecuciones soñadas durante la siesta compartida o ensayos
de divertidos ladridos… Ya no se acurrucan a mis pies por el placer de estar
cerca, ni se quedan dormidos en mi regazo con la satisfacción de tener el
estomago lleno y un lugar calentito donde dormitar. No hay arañazos en mis
brazos ni mordiscos frustrados en mis manos. No tengo barriguillas panza arriba
que rascar… cuan difícil es no añorar la alarma en mitad de la madrugada, esos
biberones llenos de cariño y cansancio…
Dos cuerpecitos chiquititos que han dejado un enorme vacío… con el tiempo
ese echar de menos se convertirá en la buena sensación de haber sido útil
durante unos días… nosotros para ellos pero sobretodo ellos para nosotros…