…y
el tiempo corre sin mirar atrás; sin hacer prisioneros; sin miramientos; sin
tregua; sin el más mínimo ápice de compasión…
…y
atrás van quedando palabras disparadas en el fulgor del momento, promesas
incumplidas, recuerdos ruborizados… incluso personas que no fallaron pero
fueron olvidadas…
…y
allí, donde se difuminan los trazos de lo vivido, allí me encuentro repasando
con esmero y temor todo aquello que no quiero olvidar, palabras dichas,
promesas incumplidas, recuerdos remodelados, personas infinitas… repaso con
cuidado sus finas líneas para que su significado perdure en mi. No quiero que
desaparezcan, por muchos y variados motivos, pero sobretodo porque son prueba
de que el tiempo fue regalado, recibido, incluso robado y mereció un trocito de
papel donde su esencia quedó plasmada. Imagino que el miedo a no recordar es
común a muchas personas, a veces se manifiesta como un gran agujero negro que
todo se lo traga, y otras tan vivido como un retrato hiperrealista donde el más
mínimo detalle hace que cerremos los ojos y sintamos…
…y
mientras recuerdo, no puedo evitar pensar que el tiempo me roba tiempo
presente, supongo que no es más que un pensamiento eterno que de vez en cuando
me ataca sin previo aviso.
Supongo
que la razón de todo esto, es que hoy he leído en algún sitio que somos esclavos
de nuestro pasado, y no estoy del todo de acuerdo con esa afirmación tan
rotunda; somos esclavos de los recuerdos (a veces, siempre que no aprendamos),
del tiempo no repasado por la desidia o la insignificancia del momento, somos
eternos en el pensamiento que provoca una sonrisa de alguien repasando las
finas líneas que un día regalamos…