domingo, 19 de agosto de 2018

Aludida, que no ofendida



Empiezo a estar algo cansada de tratar con absurdas personas que a pesar del paso de los años no han sido capaces de crecer. O a pesar de haber evolucionado, solo lo han hecho sus mediocres egos hinchados de aires de grandeza y verdades absolutas. Lo curioso de estas personas es que piensan que sus vidas ejemplares no pueden ser las protagonistas de las diatribas de otros, cuando sus propios discursos no son más que el reflejo de su deseo oculto de apropiarse de los logros y talentos de quien critican, la del vestido verde se ha instalado en su aparente evolución. Proclaman a los cuatro vientos, con “humildad” sus honradas vidas, olvidando, eso sí, sus orígenes o los hechos “vergonzosos” que podrían dar al traste con su actual imagen de generosidad y buen hacer. Presumen de palabra, aunque hace tiempo que esa palabra dejó atrás los hechos. Los indiscretos vocablos vertidos con fe y rectitud tiempo atrás, proclamando principios vitales, hoy se esconden tras términos menos humanos, menos respetuosos, menos justos, más egoístas, más cómodos, más farfulleros… Empiezo a estar algo cansada…
No me gusta nada reconocerme en estas palabras, pero me están envenenando, así que “escupidas” quedan, esperando que no sean demasiado víricas. Pido disculpas a todos aquellos que se sientan ofendidos y/o aludidos, era mi intención…

Claro, que después de lo escrito, alguien puede pensar lo mismo de mí… soy consciente de ello, y seguramente, en parte, tenga razón. El tiempo finito se ha instalado en mi vida con fecha de caducidad (no muy precisa, todo hay que decirlo). Y los que me conocen, llevan ya tiempo oyéndome decir que hago esfuerzos por los míos, por los que yo quiero, que yo elijo con quien paso mi tiempo… Tomé una decisión y dejé de hacer esfuerzos por aquello que no me interesaba, o por lo que era dañino para mí. Aunque si soy del todo sincera aún atesoro palabras, momentos, personas que merecen una sonrisa y un esfuerzo si pensara que no soy una “molestia”…

Por cierto, me doy por aludida, aunque no estoy ofendida, ni muchísimo menos. Ofender, ya solo me ofende quien tiene poder sobre mí ;)

jueves, 26 de abril de 2018

Chiquilladas coreografiadas...


Trate de prometerme a mi misma que no escribiría esto, no es buena idea, pero  la batalla entre la discreción y la impotencia no está siendo nada equilibrada, así que voy a abusar de vuestra confianza y os contare una pequeña historia.

No hace mucho tiempo, mientras corríamos a trabajar, un grupo de chiquillas hacían planes para salir de la ciudad y jugar uno de esos partidos de los que tanto disfrutaban. A pesar de que todo el grupo daba por supuesto que Minerva llevaría su coche, ésta estaba cansada y no tenía los mismos planes. Así que buscaron ayuda y el padre de Hebe, muy generosamente, alquiló uno para la ocasión. El día fue estupendo, jugaron el partido y regresaron a la ciudad. Alguien debía hacerse responsable de las llaves del coche alquilado y Hebe pidió a Vesta que lo hiciera ella. Vesta, con cuatro de sus compañeras, fue a dejar el coche bien aparcado. Vesta se quedó con las llaves. En ese trayecto, como es lógico, las conversaciones siguieron y con ellas ciertos comentarios que a Vesta no le resultaron ni agradables ni justos. Hablaban de la actitud de Minerva. Vesta que se considera amiga de Minerva llegó a casa y lo comentó. Su madre, trato de que no le diera mucha importancia, pero Vesta mostraba una preocupación enorme por el enfado de Minerva si no se lo contaba. Después de una noche larga, a la mañana siguiente consideró que lo mejor era contárselo a Minerva, y aunque sabía que su primera reacción sería dura, se arriesgó y lo hizo. Como era de esperar, Minerva tomó una decisión bajo la influencia del enfado, y anunció a Vesta que lo dejaba, que estaba harta. Vesta, preocupada por su compañera y amiga lo comentó a su familia y después de darle muchas, muchísimas vueltas consideró que contárselo a Mercurio sería al menos un punto de partida para que Minerva considerase cambiar su decisión, era consciente que Minerva se enfadaría pero estaba dispuesta a correr el riesgo para evitar que su amiga dejara algo que le gustaba.

Tras todos estos acontecimientos, y como era de esperar, el resto del grupo se enteró de lo sucedido, entre ellas Hebe, que en un principio decidió apoyar a Vesta. Pero esto no iba a durar mucho tiempo. Al finalizar uno de sus entrenamientos decidieron hablarlo entre todas y para sorpresa de Vesta y después de escuchar la versión coreografiada de la conversación del resto de los ocupantes del coche de alquiler, Minerva y Hebe pasaron a creer al grupo uniéndose a ellas en los reproches, insultos y comentarios hirientes que en aquel momento consideraron oportunos.
A Vesta le esperaba otra noche dura, llena de preguntas, dudas y lagrimas, no fue capaz de pegar ojo. Había pensamientos que su cabeza no le permitía abandonar: “después de una conversación, los participantes siempre tienen una percepción diferente de lo hablado, hay pequeños matices que para unos son más importantes y para otros pasan desadvertidos, pero las palabras dichas, simplemente son, se dijeron” “Puedo haberme equivocado en la interpretación, quizás su intención no fue la que yo entendí, pero las palabras se dijeron”. Esa duda sobre si misma, la hacía generosa con la situación, intentaba ponerse en el lugar de sus compañeras, incluso admitía que podía haberse equivocado, lo único que no entendía era ese ensañamiento que había sufrido.

Ahora Vesta se enfrentaba a otra difícil decisión, ir al siguiente partido o no, puesto que al último entrenamiento ya había dicho que no iría. Sabía que cualquiera que fuese su decisión ella sería la ajusticiada de nuevo, aún así, y lejos de huir (que era lo que el cuerpo le pedía, meterse en la cama y que el tiempo pasase), lejos de huir, opto por el bien común y fue al partido. Curiosamente se vio sorprendida por una decisión técnica (tramada días antes) y jugó su partido desde el banquillo, su reacción resulto ser muy generosa, ayudó a sus compañeras, animó sin desfallecer, y mantuvo el tipo lo mejor que pudo en aquella situación. Por desgracia, aquella realidad, no paso desapercibida para los asistentes. Público y equipo rival se preguntaban qué estaba pasando, por qué Vesta no estaba jugando. Entre los espectadores había personas grabando y subiendo videos a las redes sociales. La noticia corrió como la pólvora. Durante el descanso, Hércules, uno de los miembros del club de Vesta, le preguntó y al ver su cara, no necesitó muchas explicaciones. Hércules, rescató a Vesta de la pregunta que todos le hacían, explicando, con una pequeña falacia la situación y tratando de tranquilizar el ambiente. “Vesta tiene molestias en una rodilla, por eso no puede jugar”. Pero claro, las redes sociales hicieron su función y llegaron las llamadas, los mensajes, los audios desde muchos sitios, ciudades. Las personas que conocían a Vesta o habían jugado con ella, podían asegurar sin temor a equivocarse que Vesta no se había quedado por decisión propia en el banquillo, por muy lesionada que pudiera estar, a algunos no les cuadraba la explicación y se preocuparon por Vesta, otros simplemente querían cotillear. Las respuestas de Vesta fueron superficiales e inocuas, tanto para el equipo como para el club.

Al finalizar el partido, Hércules acercó a Vesta a casa, con la promesa de hablar largo y tendido durante la semana. Más tranquila aunque con una tristeza palpable en la cara, Vesta siguió recibiendo toda clase de mensajes, audios, videos, llamadas entre las cuales se encontraba la de Mercurio, para interesarse  por ella, y saber si la decisión había sido suya o del equipo, la conversación duró medio minuto, no más, y sus contestaciones de nuevo generosas, e inocuas para el equipo, aunque sin faltar a la verdad. Esta vez, las interpretaciones coreografiadas no iban a resultar, puesto que todo el que estaba en aquel pabellón vio lo que pasó, hasta el entrenador del equipo rival, dándose cuenta de la situación tan tensa vivida, ya que muchas las compañeras de Vesta no le dirigieron la palabra, incluso alguna le llegó a negar el saludo, cogió a Vesta y la abrazó, gesto que ella agradeció enormemente puesto que se sentía humillada, desterrada…

Faltaban dos partidos para finalizar la temporada, Vesta hubiera pactado con Cronos para que se diera prisa y corriera hasta la fecha fin, pero sabía que su deseo no podía cumplirse. El cansancio mental, la sensación continua de que tenía que defenderse de ataques gratuitos, ese linchamiento silencioso estaban haciendo mella. Sus compañeras no se habían puesto en contacto con ella, exclusivamente Mercurio y Hércules para hablar más sosegadamente sobre la situación. Esas conversaciones relajadas, aunque conmedidas, no vomitaron en ningún momento ni una sola palabra contra su equipo, es más, Vesta siempre dio una versión, su versión de la situación, sin dañar y sin faltar a la verdad siendo muy consciente que no estaba en posesión de la verdad absoluta, verbalizando mientras reprimía las lagrimas que su versión nunca intento hacer daño a Minerva.
Lo que Vesta no contaba, no le parecía que fuera el momento, era lo que en su casa habían estado viendo durante toda la temporada. Vesta solo falto a dos entrenamientos hasta el día del partido, dos. A pesar de los roces personales que se daban en el equipo, en el campo, Vesta jamás se portó mal con ninguna de sus compañeras. Ayudó e intentó proteger a Minerva, y en muchas ocasiones a Hebe, facilitando solucionar malentendidos vividos. Vesta tenía carácter, a veces era difícil, ella era consciente, pero procuraba ser justa con todas sus compañeras. Con la que más injusticias cometió, menos generosa fue y más errores cometió fue con ella misma, con las demás también los cometió, supongo que como todas. Solo que ella fue juzgada injustamente, y castigada públicamente.

Vesta, ayer se planteaba dejar aquello por lo que ha luchado, olvidar su pasión, y comenzar otras cosas como una persona anodina, y pasar por esta vida sin vivirla, y cuando verbalizaba sus intenciones en casa, con su familia, recibió un mensaje que trajo toda la vorágine de nuevo a su cara. Hebe quería saber, si iba a ir a entrenar, quería hablar con ella, después de una larga conversación de wasap, Vesta decidió quedar con Minerva y Hebe para hablar cara a cara. Y de nuevo se vio sorprendida porque no estaban solas, otras compañeras también estaban allí. Hebe le agradeció su actitud durante el partido, y con ella otras compañeras, pero ahí se acabaron todas las buenas intenciones, sus compañeras exigieron que Vesta les pidiera perdón, que les contase sus conversaciones con Mercurio y que actuara como si nada hubiera pasado. Vesta no dio su brazo a torcer y comenzaron los insultos, los ataques personales incluso las amenazas, cuando Vesta llegó a casa, la impotencia campaba a sus anchas, en ella, en su familia, en el hogar. Cuando contó lo sucedido, había cosas que como personas, su familia no llegaba a entender, el linchamiento en grupo siendo tan injustas, sin mirar atrás, sin tener en cuenta lo hecho y dicho por muchas de ellas en situaciones similares a lo largo de la temporada, esa balanza descompensada de los juicios de valor por parte de unas y otras, ese convocar a la jauría y arengar al grupo, pero sobretodo el ensañamiento de Minerva con ella, era cruel, ruin.




Si lo que realmente buscabais era destrozar a Vesta, enhorabuena, la victoria es vuestra. Aunque también espero que cure las heridas y que siga aprendiendo, sin perder la buena intención con la que hace las cosas, sin que pierda esa generosidad con todos obviando los desagravios recibidos y que siga en ese mundo que le apasiona, que enciende su mirada cuando habla de él.
Ahora Vesta negocia con Cronos la llegada de Junio, casi se la puede oír suplicar, encerrada en su habitación bajo las sábanas.

miércoles, 18 de abril de 2018

...volver a los puntos suspensivos...


Quiero volver a descubrir…
…la sonrisa en tu cara, esa que iluminaba mi día…
…el olor a libro nuevo, ese, escogido de entre tantos…
…el primer atardecer del verano, presagio de días cálidos…
…el serpentear del fuego en la chimenea, el chisporroteo…
…esa mirada sorprendida del niño al que le has sacado la lengua, y una sonrisa…
…el sonido de tu risa…
…la emoción contagiosa del viaje…
Quiero volver a descubrir…
…mariposas en el estómago…
…miradas llenas de palabras…
…caricias furtivas…
…el deseo contenido…
…la explosión del momento, del ahora…
…la intimidad acurrucada en esa curva de tu cuello…

…las carcajadas al descubrir que las palabras son oídas sin pronunciarlas…

Quiero cerrar los ojos y volver a sentir…
Quiero volver a descubrir, volver…


martes, 20 de febrero de 2018

...martes inconexo...


…y el tiempo corre sin mirar atrás; sin hacer prisioneros; sin miramientos; sin tregua; sin el más mínimo ápice de compasión…
…y atrás van quedando palabras disparadas en el fulgor del momento, promesas incumplidas, recuerdos ruborizados… incluso personas que no fallaron pero fueron olvidadas…
…y allí, donde se difuminan los trazos de lo vivido, allí me encuentro repasando con esmero y temor todo aquello que no quiero olvidar, palabras dichas, promesas incumplidas, recuerdos remodelados, personas infinitas… repaso con cuidado sus finas líneas para que su significado perdure en mi. No quiero que desaparezcan, por muchos y variados motivos, pero sobretodo porque son prueba de que el tiempo fue regalado, recibido, incluso robado y mereció un trocito de papel donde su esencia quedó plasmada. Imagino que el miedo a no recordar es común a muchas personas, a veces se manifiesta como un gran agujero negro que todo se lo traga, y otras tan vivido como un retrato hiperrealista donde el más mínimo detalle hace que cerremos los ojos y sintamos…
…y mientras recuerdo, no puedo evitar pensar que el tiempo me roba tiempo presente, supongo que no es más que un pensamiento eterno que de vez en cuando me ataca sin previo aviso.

Supongo que la razón de todo esto, es que hoy he leído en algún sitio que somos esclavos de nuestro pasado, y no estoy del todo de acuerdo con esa afirmación tan rotunda; somos esclavos de los recuerdos (a veces, siempre que no aprendamos), del tiempo no repasado por la desidia o la insignificancia del momento, somos eternos en el pensamiento que provoca una sonrisa de alguien repasando las finas líneas que un día regalamos…

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