lunes, 30 de julio de 2012

Onírica paranoia



Aparcó el libro y apagó la tele (que llevaba encendida dos horas sin emitir el más leve de los ruidos)… Tras lavarse los dientes, comprobar que la puerta estaba cerrada, poner el inalámbrico en la base… deslizó su cuerpo entre las sabanas, desnuda como siempre había hecho. Siempre le gusto esa sensación de frio sobre su piel durante esos breves instantes. El reloj marcaba una hora indecente si la comparaba con la alarma que sonaría implacable… hoy ya no había fuerzas ni para quejarse, así que cerró los ojos y se dejó llevar…

…la ciudad se levantaba lentamente, las nubes grises definían un paisaje adormilado empujado por el imparable ritmo del reloj. Las conversaciones no fluían divertidas, la rutina adquiría un grado más en los quehaceres diarios. Despertador, baño, desayuno, ducha, besos, llaves, autobús, trapa, trabajo, teléfono… bufff. Inconscientemente había hecho demasiadas cosas, mas estaba olvidando algo pero no recordaba qué. La oficina estaba fría, pero el abrigo le molestaba demasiado como para dejárselo puesto. No había tenido cuidado al escoger la ropa, los pantalones negros de entretiempo, la camisa blanca, el pelo medio recogido, las botas casi planas… nada le daba suficiente calor como para evitar la piel de gallina, sentía su bello erizado bajo su atuendo… quizás un café haría que el calor volviera a su cuerpo. En el despacho, junto a la cafetera había un pequeño congelador que le proporcionaba esas pequeñas rocas heladas que adoraba en su café negro, pero hoy sacrificaría ese pequeño placer. Juan estaba haciéndose un té en el microondas, no había sentido su presencia, al volverse choco con Inés que se acercaba a saludarle. El liquido caliente de la taza cayó sobre la camisa blanca, quemaba. En un acto dramático, esta se quitó la prenda en un desesperado intento de evitar la quemadura…

Miró el reloj, sólo habían pasado cuarenta minutos… un vaso de agua y un cigarrillo en el patio quizás le ayudaran a conciliar el sueño de nuevo…  … volvió a sus sábanas, cerró los ojos y se dejó llevar…

…el paso del tiempo… nada es tan real como el paso del tiempo.
Harta estaba de sus manos, aburrida de recorrer los mismos lugares, con las mismas expectativas, la imaginación había perdido ese toque original que tanto le había excitado en épocas anteriores. La rutina que tanto había defendido en ocasiones, ahora se volvía contra ella. Su lecho dormía, lejos de revolverse contra su inactividad. Sin intención de cambiar la situación, dejaba que el tiempo hiciera. No quería perder la capacidad de sorprenderse, más ésta se desvanecía… frente al espejo no llegaba a reconocer la imagen que le devolvía, las arrugas empezaban a ser, las canas eran desde hace demasiado tiempo, sus pechos aún conservaban su belleza aunque unos centímetros por debajo de donde ella los recordaba, su tripa comenzaba a tener nombre propio lejos de aquella ligera curva que fue siempre, su cintura ¿dónde estaba?, sus caderas más parecidas a las curvas de un botijo que a la suave cadencia que fueron una vez, sus piernas …

Una hora, y estaba empapada en sudor, se incorporó lentamente tratando de recuperar el aliento… una ducha rápida y calentita, otro de los remedios de la abuela…… volvió a sus sábanas, cerró los ojos y se dejó llevar…

…déjame querer, déjame con ganas, déjame desear, déjame acurrucarme, he encontrado el hueco perfecto, donde estoy a gusto, cómoda, segura, pequeñita, ese espacio del que no quiero huir y no sé como seducir. Déjame conocer, déjame sorprender, déjame experimentar, déjame reconquistar…

¿Era su voz? ¿Susurrada? La alarma estaba a punto de hacer su estelar aparición diaria …dormir tranquilamente… más de dos horas seguidas… y casi lo consigue, aunque tenía que admitir que resultaba muy interesante acordarse (a veces de forma tortuosa) de lo que su subconsciente proyecta.



Entradas populares