sábado, 24 de septiembre de 2011

Nueve lunas... nueve



La sonrisa que la caracteriza, cuando sonríe ilumina el lugar donde se encuentra, siempre ha sido así, incluso cuando la vida la puso a prueba… y ahora la vida le regala otro momento… más vida…

Tras saltar por el balcón intentando enterrar la desesperación vital que la ahogaba; superar enfermedades modernas que casi la consumieron; obviar con gracia que su familia hasta el suceso que ella creía su último acto no se volcara en ella; tras ir conquistando a pequeños pasos una rehabilitación lenta pero llena de ganas; la vida la sorprende con más vida…

Toda una vida sopesando lo correcto y lo incorrecto, ocultando sus sentimientos y relaciones tormentosas; eligiendo el momento preciso y adecuado para cada palabra, cada acto, cada relación… ahora cuando pensaba que todo lo que había intentado para conseguir su anhelo más íntimo había sido inútil y se había rendido… ahora la vida la sorprende con una relación inesperada, y con un íntimo deseo casi cumplido…

La fuerza de voluntad ha marcado toda su vida. Pasó de ser el patito feo escolar al cisne deseado, nadó entre la superficialidad y la riqueza interior… y logró el perfecto equilibrio… su vida siempre ha tenido el sentido que ella deseo y por el que luchó… y ahora la vida la sorprende con un nuevo matiz, un nuevo y maravilloso matiz… más vida…

Al parecer la ciclotimia hormonal reaparece en mi entorno. Ya son cuatro, cuatro mujeres que estando en diferentes etapas vitales, rehacen un futuro… faltan cinco… y a pesar de todo deseo con todas mis fuerzas ser una de ellas.
A pesar de que la edad o quizás la cultura educacional que tan arraigada tenemos nos dicta que va contra natura, ellas han decidido que ahora es el momento. Esas cuatro fantásticas mujeres van a donar su tiempo, su cuerpo, su vida… a sus retoños, sin mirar atrás, sin a penas plantearse si el momento es el perfecto, cerrando los ojos a las posibles complicaciones médicas, generacionales, económicas, vitales… y abriéndolos a la ilusión, la esperanza, la felicidad… a un nuevo proyecto de futuro. Al parecer no cambian sus ritmos actuales, asentados y cómodos por mirar como un diminuto ser duerme placidamente mientras las hace sonreír.
Su declaración de intenciones es brutal. Por encima de la liberación de la mujer, por encima de épocas de igualdad y paridad, por encima de trabajos absorbentes que exigen tiempo y dedicación, por encima de los tiempos que corren todas y cada una de ellas en sus diferentes vidas, gritan al mundo que a pesar de todo son atávicamente mujeres.
Todas mujeres y todas diferentes al igual que su anuncio… las redes sociales, una llamada de teléfono, una secreta conversación ante un café, una contestación a un comentario ya de por si maravilloso, todas lo han anunciado sin esperar la aprobación, esperando la alegría de los suyos y temerosas de las posibles críticas…
Nueve lunas, nueve…

lunes, 19 de septiembre de 2011

... en fin


Ahora que el tiempo sigue pasando al mismo ritmo que lo hacia cuando nuestros padres eran pequeños, o cuando nuestros más antiguos antepasados tenían tiempo de sentarse debajo de un árbol y disfrutar de su tiempo.
Ahora que la tecnología nos facilita el trabajo, las compras, los fastidiosos trámites bancarios, la relación con los profesores de nuestros hijos, las relaciones sociales y las de pareja…
Ahora es cuando más estresados, menos felices y más enfadados estamos con el mundo. ¿Qué está pasando? ¿Hemos perdido esas habilidades que tanta satisfacción procuraron a nuestros ancestros? ¿Estamos realmente evolucionando? O por el contrario, ¿estamos involucionando?

Nuestras relaciones de pareja se han convertido en machacantes sesiones de perfeccionismo. Tienes que estar perfecta: el pantalón bien planchado y por supuesto de esta temporada; los labios pintados con el último grito en pintalabios con efecto tatuaje; los complementos (¡oh! ¡Los complementos!) sin los cuales es como si llevaras un saco por encima… Todas tenemos que tener largas y lisas melenas color chocolate (un precioso color, igualito que el antiguo marrón oscuro); una figura fina, sin redondeces en las caderas, todas iguales. Así que cuando vamos de compras, las primeras tallas que desaparecen son las mismas…
…Ya estoy cansada y aún no ha llegado el momento de la cita, del encuentro con la persona que te gusta, con la que solo quieres pasar un buen rato y con la que mantendrás una conversación de besugos para decidir donde encontrarnos…

¿De verdad son necesarios todos estos envoltorios para poder mantener una relación de pareja sana? Si lo pienso racionalmente, no es necesario o al menos no debería serlo.
Aunque después de pensarlo, mis miedos más superficiales hacen su aparición. Me compraré esos pantalones tan monos que he visto, y aquel lápiz de labios y luego decidiré cuando lo llamo para quedar a tomar una caña.

La cita, glorioso momento.

Llevas casi todo el día imaginando y creando fantasiosas conversaciones, el encuentro, su aspecto… todo. Y la otra parte del día, restaurándote; alisándote el pelo; poniéndote la mascarilla facial que anuncian para chicas de tu edad y que no hace milagros, pero que hará que te veas (y te vean) fabulosa; depilándote, por si ocurriera algo; probándote camisas y camisetas con tus pantalones nuevos; hidratándote con aquella leche que olía tan bien y era tan cara; maquillándote (aquí si que podría asegurar que algunas hacen un magnífico trabajo de restauración)… cuando miras el reloj, sólo te quedan cinco minutos para llegar al otro extremo de la ciudad, en hora punta, y piensas “ no he sido puntual en toda mi vida, no voy a serlo en la primera cita, ¡que se acostumbre!”. Cuando llegas, tu cita tiene cara de “no pensará que voy a esperar siempre” y voz de “acabo de llegar, no te preocupes”. Tomáis algo en la barra mientras preparan vuestra mesa. Las primeras conversaciones de una cita suelen ser atropelladas y muchas veces forzadas a fin de evitar los “¿incómodos?” silencios. Vuestra mesa esta preparada. ¡Ya era hora! Os entregan la carta y allí, ante tus ojos, está el gran dilema, pedir algo ligero, poca cosa; o por el contrario pedir el chupetón, ya que estáis en uno de los restaurantes con mayor fama por su carne. De repente, te oyes diciendo “una ensalada normal y el panaché de verduras del tiempo”. ¡¡Con lo que te apetecía aquel chuletón!!
A medida que va transcurriendo el tiempo, descubres que la persona que tienes sentada en frente, tienen un pequeño tic y una manera peculiar de coger la copa de vino, y por momentos sientes que llevas viendo aquello toda la vida y no lo puedes soportar más, a pesar de ser encantador; agradable; de fácil conversación, una vez roto el hielo; con unos ojos misteriosos; manos maravillosas y culo bien formado. Pero a pesar de todo eso, la única imagen que prevalece por encima de las demás, es su pequeño “defecto”. Cuando habéis terminado de cenar, te encuentras algo mareada y terminas tu primera cita precipitadamente.
Al día siguiente, cuando te sientas en la cafetería de siempre, con tus amigas de siempre y la conversación de siempre (después de una primera cita), dices: “no era para mi, levantaba el dedo meñique cuando cogía la copa, ¡¿te imaginas?! ¡Levantaba el dedo!”

¿Realmente somos capaces de no fijarnos en las facetas positivas, agradables de una persona por un pequeño defecto? ¿Dejamos escapar una posible relación por un mínimo detalle sin importancia y que seguramente con el tiempo se convertiría en encantador? ¿Juzgamos a la gente por su forma de andar o de subir las escaleras? ¿Miramos al espejo y juzgamos de igual manera?

sábado, 3 de septiembre de 2011

¿Realidades vitales? ¿Realidades virtuales?


Dichos manidos a los que recurrimos habitualmente. “El que espera desespera” “La esperanza es lo último que se pierde” “… así es la vida”.

Todos hemos recurrido a ellos en alguna conversación y lo que es peor aún, de vez en cuando hasta nos los creemos.

Hacemos de la realidad un recuerdo que encaje con nuestro mundo, distorsionando u omitiendo aquello que no encaja. Verbalizamos conversaciones, situaciones llenándolas de sensaciones y sentimientos personales, sin pararnos a pensar que aquello que omitimos inconscientemente para los demás puede ser lo que marca la diferencia.

Ahora, en la era de la comunicación y la información, la realidad está formada por infinitas posibilidades todas ellas válidas. Da vértigo pensar que mi realidad tan sólo lo es para mi. Aunque siempre trato de ser sincera y honesta conmigo misma, no puedo evitar pensar que muchas veces no soy capaz de conseguirlo, interpretando conversaciones, intentando adivinar reacciones, entreleyendo sentimientos, vaticinando futuros próximos… ¿mi realidad es veraz? Comienzo a dudarlo… quizás todo sea fruto de otra noche en blanco…

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