lunes, 11 de abril de 2011

Ahh!!!


¿Os habéis levantado alguna vez con una desazón descontrolada?

Desazón. Desazón ya que ayer no fuisteis capaces de leer entre líneas y preguntar qué estaba pasando. Y no pasaba nada grave, ni extraño, simplemente era nostalgia con tintes de tristeza y propuestas de futuro. No lo visteis, no estuvisteis diestros.

Cuan difícil es intentar provocar una conversación con alguien que esta resignado. No nos dirá nada por que sus pensamientos van por delante. “… no puedo decir esto, no siendo que…” “… interpretará que estoy…”
La resignación no es la mejor consejera, pone grilletes a las palabras. La resignación convierte en tabú muchas de las palabras que deberían de surgir en las conversaciones entre amigos. Bucles que vuelven a nosotros como el agua que erosiona el lecho de un río, recordándonos una y otra vez que aquel camino ya lo recorristeis una vez y no llevaba a ninguna parte, básicamente fue un camino estéril. Y aunque abandonasteis el camino, ahora se torna verde y escucháis de nuevo su obligado canto callado.

Desazón, resignación… y palabras atoradas en la boca.

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