Marmita de sensaciones… Después de peregrinar sin llegar a ningún sitio, después de despellejarme los pies y el corazón, después de colorear el alma, después de gritar a los cuatro vientos el susurro de un aliento anónimo y cansado… después, simplemente me dejé llevar…
miércoles, 9 de junio de 2010
Curiosa mañana
¡Por fin llegó el día!
Curiosidades a un lado, el juicio debía celebrarse a las 10 de la mañana en la Audiencia Provincial. Nervios, preguntas no contestadas, miedo disfrazado de valentía inútil… un sinfín de emociones encontradas, me acompañaban en mi trastabillado paseo hasta Gran Vía.
La Audiencia estaba desierta, si ignoro la presencia de los dos guardias civiles que apuntan minuciosamente tu nombre y documento nacional de identidad en su particular registro.
A pesar de que las escaleras que conducían a la segunda planta me hicieron un más que sensual guiño, el ascensor fue más convincente. La segunda planta, laberinto de pasillos y puertas…
No sabía donde debía presentarme para testificar, pero tampoco había nadie a quien poder preguntar… Después de girar a la izquierda dos veces y una a la derecha, encontré un minúsculo despacho donde se agolpaban papeles, tres ordenadores y cuatro personas que parecían estar esperando mi llegada…
- Perdona, creo que te hemos hecho venir para nada. Han llegado a un acuerdo y no se va a celebrar el juicio.- me dijo un hombre que se escondía tras su camisa rosa- Eres Teresa, ¿verdad?
- Buenos días, si soy Teresa – respondí mientras trataba de rebuscar en mi memoria el nombre de aquel hombre que se dirigía a mi como si antes hubiéramos cruzado más de cuatro palabras.
- ¿Necesitas un justificante?
- No, no lo necesito – contesté incrédula ante aquella situación que se me antojaba un poco surrealista.
- Gracias por venir, seguramente a mi compañera se le pasó avisarte.
- No pasa nada. Adiós.
Regresé ante la puerta del ascensor mientras que en mi cabeza un increíble número de pensamientos ridículos comenzaban a amontonarse y mi cara se relajaba y dejaba salir una sonrisa aliviada.
¿Realmente aquel hombre me conocía?
¿Me estaban esperando?
¿Se les había pasado avisarme o querían ver la cara de tonta que se me iba a quedar?
Las escaleras, no me despedí de las escaleras…
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