domingo, 25 de marzo de 2012

¡¡ególatras recalcitrantes!!


Tras muchas y largas conversaciones, traté de ser educada y sin intención de herir la sensibilidad de nadie expuse mis argumentos…
…triste, muy triste, es ver como el paso del tiempo a unos nos vuelve más comprensivos y tolerantes; y a otros soberbios y magnánimos. Y muy a pesar mío, me hacen sentirme pequeñita, insignificante, zarandeada, insultada…

Aquello de juzgar todo (y cuando digo todo es todo) con la misma vara de medir, se aplica a según que circunstancia, hecho o situación... Aquello de mirar todo (y cuando digo todo es todo) en conjunto obviando detalles lastimeros, depende de las personas, acciones u orígenes… Aquello de dudar de todo (y cuando digo todo es todo) lo que nos cuentan, depende de a quién se lo hayan contado o dónde y quién lo haya leído…

Menos mal que la verdad absoluta sólo existe en el momento y sólo ella se conoce, flacos favores le hacen los fieles defensores dispuestos a protegerla que siempre existen, caballeros de estrechas miras, monturas hambrientas y lenguaraces exactitudes.

La humillación es la más ruin de las acciones que un humano puede llegar a infringir, acompañada del menosprecio por el sencillo hecho de opinar y verbalizar la misma realidad de diferente manera.

No hay más ciego que el que no quiere ver, aunque siempre fue mucho más fácil señalar la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio… Seguramente mis puntos de vista y argumentaciones ante la política, movimientos sociales, reivindicaciones, injusticias, noticias, problemas laborales, educación, principios morales, prioridades vitales… seguramente mis puntos de vista y argumentaciones sobre la vida, en general, no son las mejores para muchos, ni las mejores, ni las más adecuadas, ni las más inteligentes (¡y menos mal!) pero son igual de respetables que las de todos los demás. Creo en principios éticos y morales, creo en la palabra, creo en el ser humano, y soy muy consciente de que estos sesgan mi realidad y mi forma de comprenderla, interiorizarla y expresarla. Errando en muchas ocasiones sin dramatizarlo y reconociéndolo… incluso, lo que es más importante (al menos para mi), sin utilizar esos errores para levantar el dedo acusador en contra de otros, intentándolo al menos…

Así que desde aquí, me declaro insumisa ante todos aquellos que pensando diferente o parecido a mi, no sean capaces de dialogar, discutir o cambiar impresiones sin mostrar un mínimo respeto por mi o mis opiniones.


Tolerancia: Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Magnánimo: que actúa con grandeza y elevación de ánimo.
Lenguaraz: deslenguado, atrevido en el hablar.
Humillación: acción de herir el amor propio o la dignidad de alguien.
Insumisión: falta de sumisión. (Sumisión: sometimiento del juicio de alguien al de otra persona).
Ególatra: culto, adoración, amor excesivo de sí mismo.
Recalcitrante: terco, reacio, reincidente, obstinado, aferrado a una opinión o conducta.



jueves, 15 de marzo de 2012

Tan lejos de todo, tan cerca de nada...



La noche estaba siendo divertida, aunque nada fuera de lo común. Estaban tomando unas copas en uno de los garitos que pinchaban buena música para bailar y hacer el tonto sin complejos. No había mucha gente, no era más que jueves y el reloj marcaba las doce. Los camareros podían charlar con la chica estupenda que se había situado al final de la barra. Su exceso de maquillaje, su gran escote y aquella manera de mascar chicle era un imán para cualquiera que tuviera ganas pasarlo bien sin dar muchas explicaciones. Acababa de sonar “ai se eu te pego” de Michel Teló, casi se la sabía de memoria, dejó su copa sobre la barra y se encaminó hacia el baño. Allí se encontró con Inés…

La noche estaba siendo un desastre. Había quedado con una amiga y su nuevo chico, guapísimo y aburridísimo. No hablaba más que de motos y de cómo se había pulido la herencia de su abuela en menos de diez meses. Después de dos cervezas y la mitad de una botella de agua, los dejó solos mientras iba al lavabo. No esperaba que hubiera mucha cola, pero no había nadie. Se lavo la cara, sonaba esa canción de moda brasileña, encendió un cigarrillo y se sentó sobre la encimera. ¿Cómo se había dejado convencer para salir esa noche? ¡Al día siguiente trabajaba! ¡En qué estaba pensando! Apuró el cigarrillo, se enjuagó la boca y salió pesarosa a su particular calvario. Al abrir la puerta se encontró con Juan…

No había mucho que decir, o quizás demasiado, así que sin pensarlo, agarró su mano y lo condujo al baño vacío… sus manos eran suaves o eso intuía a través de esa camisa de verano que había rescatado del fondo del armario. Sus ávidas bocas se encontraron mientras sus deseosas manos trataban exprimir la esencia del cuerpo que tocaban. Habían dejado de escuchar la música, Juan olvidó a la chica de la barra mientras descubría la deliciosa piel del interior de las piernas de Inés. El aburrimiento se desvaneció en el cinturón del pantalón vaquero de Juan. Aquel tanga se torno invisible por momentos, quizás se disolviera en la humedad que ahora notaba mientras sus dedos escrutaban cada uno de aquellos lugares que iban cambiando de tamaño con exquisita avidez. Su rasurado miembro trataba de escapar de los calzoncillos de Calvin Klein que su ex le había regalado por navidad. Las ágiles manos de Inés lo lograron antes de que él decidiera dejar de disfrutar de sus pechos. La pequeña encimera del lavabo dejó descansar la tensión muscular de ambos y mientras sus miradas se volvían a cruzar y sus jadeos se hicieron inaudibles durante un pequeño instante, su erecto compañero se deslizó suavemente entre sus labios. Su espalda se arqueó ligeramente hacia atrás facilitando el camino mientras sus piernas abrazaban sus caderas. Los jadeos se tornaron gemidos contenidos. Dudoso momento para tocar el cielo, pero al menos un trocito de él había salido de Juan y penetrado en Ines con infinitas ganas.

Alguien empujó la puerta, y todo fueron prisas, silencios y despedidas pensadas pero no expresadas en voz alta.
Juan descubrió con extraña gratitud que sus amigos se disponían a dejar el local. No miró atrás.
Inés, se lavó la cara, de nuevo, recompuso su ropa y salió dispuesta a contar lo primero que se le pasara por la cabeza para justificar su tardanza, mas cuando salió encontró a su amiga y su nuevo chico enzarzados en un beso infinito, pagó la cuenta y se fue.

Tan lejos de todo, tan cerca de nada… allí estaban, habían estado flirteando durante semanas. Las miradas habían pasado de ser inocentes y simpáticas a intensas y perturbadoras. Los roces fortuitos eran buscados y encontrados con gula. Las conversaciones de trabajo habían dejado de ser tales, ahora se habían vuelto íntimas, hasta traviesas… y allí estaban, sin saber muy bien que decir…

martes, 13 de marzo de 2012

¡¡martes trece!!



Cuentan las malas lenguas que los martes que caen en trece no son días especialmente buenos. Y al parecer todo esto tiene su fundamento, un tanto raro, eso si, pero como tantas y tantas cosas.
Las mitologías han contribuido de forma muy eficaz a ello. La griega, nos presenta a Marte, Dios de la guerra, cuyo día de la semana era el martes. Las mitologías nórdicas (poniendo su granito de arena) muy dadas a banquetes de alto standing cuentan como a uno de estos opulentos eventos fueron invitados doce dioses y ¡oh!, ¡oh! ¡sorpresa! apareció un dios sin invitación (el número trece), aquel dios era Loki, espíritu de la pelea y el mal.
Constantinopla cayó en manos de los turcos un martes, ¡mala suerte! No para los turcos claro. Seguramente ahora si que tiene sentido aquello de “todo depende del cristal con que se mire”.
Para los occidentales, que hemos crecido bajo la influencia poderosa del cristianismo, la historia se complica un poco más, ya que trece fueron los comensales que asistieron a lo que todos conocemos como “la última cena”. Y el invitado número trece era Judas, el traidor. Y para más inri, el anticristo y la bestia hacen su espectacular y grotesca aparición en el capitulo trece del Apocalipsis.
 Así, si mezclamos churras con merinas, ya tenemos una manera muy especial de hacer de un día como otro cualquiera, algo aterrador. El paso del tiempo y la sabiduría popular ha hecho el resto. Todos conocemos dichos como “… ni te cases, ni te embarques” a los que muchos añaden: “… que hoy ni las gallinas ponen…” o “ en martes ni hijo cases, ni cochino mates”. Claro, que esto no deja de ser algo que el pueblo creó en su afán de mantener vivas las ancestrales historias que los contadores de cuentos narraban con todo lujo de detalles e invenciones en las plazas de pedanías, pueblos y urbes. Historias de viejas y alcahuetas, brujas y hechiceros… y de astrólogos que se guían por las doce casas por las que se rige el universo (el astrológico, por supuesto), la muerte esta representada en la carta número trece del tarot, hay hoteles sin planta trece, incluso los hay que aseguran que las experiencias vitales son doce y una más supondría una patada en los mismísimos a sus creencias…
¿Y sabéis otra cosa? Triscaidecafobia es el miedo al número trece, pero aún hay más, trezidavomartiofobia es el nombre que recibe la patología que padecen las personas que sufren un miedo irracional a los martes trece…

Haciendo caso de la sabiduría popular, habiendo colocado ajos en todas y cada una de las ventanas y puertas de mi morada, olvidando mirar el reloj hasta las doce y el calendario hasta mañana, me voy a vivir aventuras (y desventuras) mucho menos peligrosas y aterradoras con mi capitán Alatriste…






lunes, 12 de marzo de 2012

...soñad malditos


Ayer soñé… me regalaron la luna…

Cuando desperté apenas recordaba nada, mas las sensaciones encontradas que por momentos afloraban a mí alrededor eran perturbadoras…

…mientras trataba de mantener una conversación sin perderme en diatribas ridículas… alguien llamó mi atención sobre algo que pasaba fuera… arrebatador, la luna se erguía sobre la loma orgullosa del paisaje… la brisa fría del invierno acabado entraba por la ventana… y mi sueño se desvaneció…

Claro, tengo pequeñas pinceladas oníricas que no logro encajar en mi sueño, y una percepción soñada, la intención no fue regalarme la luna sino levantarme de aquella silla y alejarme de la conversación… (aunque una vez escrito no volveré a pensar en ello).
Sensaciones y sueños, curiosamente, ejercen sobre mi un poder que no logro controlar, quizás ahí resida esa pequeña obsesión por recordarlos.

Los sueños, sueños son. Algunos dirían que es el subconsciente que habla, pero es una afirmación atrevida. No dejan de ser amalgama indisciplinada de recuerdos, deseos, miedos, necesidades, apetitos, desconfianzas, esperanzas… no dejan de ser nuestra vida dormida. Así pues, al igual que sufrimos y disfrutamos de nuestra vida despierta hagámoslo de la dormida. 
Ahora, sólo espero, que esta noche Morfeo me regale el tiempo, mis sensaciones y sueños harán el resto.

Dulces sueños.

jueves, 8 de marzo de 2012

Soy


…quizás no sea capaz de mantener conversaciones brillantes.
…quizás no sea capaz de contar un chiste sin destrozarlo.
…quizás no tenga ropa elegante y cara.
…quizás mi estilo no se puede considerar estilo.
…quizás mis canas me envejecen.
…quizás tengo unos cuantos kilos de más y no soy el súmmum de la belleza.
…quizás no tenía un trabajo estable.
…quizás no nade en abundancia económica.
…quizás me equivoqué por el camino muchas veces…

 Mas, no son necesarias brillantes conversaciones para hablar con mi gente. No soy graciosa, lo tengo asumido, pero tengo buen sentido del humor. Mi ropa no es la mejor del mundo, pero está limpia y es la que puedo comprar. Mi estilo es cómodo, no necesito subirme a unos supertacones para sentirme bien. Me gusta que mi pelo me recuerde que voy siendo algo más que joven, aunque se lo impida de vez en cuando. Es cierto, tengo unos cuantos kilos de más, ¡y qué! Mi belleza se fue quedando en el camino recorrido, pero no toda. Mis ingresos son mínimos, pero me voy apañando. Me equivoqué muchas veces, pero aprendí muchas cosas, disfruté de muchísimas… no tengo ninguna intención de hacer complicadas las cosas sencillas…

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