jueves, 12 de abril de 2012

De como seguir siendo decepción...



Me han coloreado el alma y no entro en calor.
Incapaz de controlar nada. Rebobino mientras cierro los ojos, siento… Dejé mi calor en su cuerpo, de repente, sin previo aviso. “No beso, si no siento” hay palabras que se escriben sobre el agua, otras se tatúan a fuego.
Si, me has desarmado y aún no entiendo cómo. Poquito a poco has dejado que me sintiera bien conmigo misma, sin aparentar nada, sin zarandajas, me has dejado ser. Y hasta que no he sido consciente de ello no me ha dado vértigo. Ahora soy como un elefante en una cacharrería, intento no tocar, ni tirar nada y en cada intento lanzo una estantería por los aires.
Da miedito que alguien tenga la capacidad de hacerte sentir viva, da miedito que alguien pueda hacer que te replantees ciertas actitudes ridículas, da miedito…
En una sociedad enlatada, con estereotipos creados y etiquetas personales del tamaño de las vallas publicitarias, siguen existiendo personas que no se dejan influir por todo ello. La vida, a veces, en un acto de generosidad, pone a una de ellas en tu camino.

Ahora, mirando por la ventana, espero que la lluvia que cae sea capaz de llevarse la desazón, el desasosiego, la angustia… deseo egoísta, si lo analizo bien.

Disculpa, no quería que te sintieras decepcionado. No fue mi intención provocar ese sentimiento tan duro en ti. No voy a explicar mi actitud, no existe una explicación clara. No voy a escudarme en mi pasado… Estoy aprendiendo a dejarme querer sin intereses creados y no me está resultando nada fácil, trato de no dejarme llevar por sensaciones, trato de no cerrar los ojos, trato de no rebobinar y desear, pero no me está resultando nada fácil… Siento que tu preocupación se haya tornado decepción en un abrir y cerrar de ojos. A veces necesito un punto sobre la i para reaccionar y el silencio es un punto muy claro y duro. Aunque si realmente te sientes engañado, estas en pleno derecho de poner puntos a todas las íes que encuentres.

A veces, la vida, en un acto de pura inteligencia, hace desaparecer los elefantes de las cacharrerías…

Blanco y negro


Blanco y negro, ¿no hay más? Claro que hay más, una paleta inmensa de colores y cada uno nos situamos en uno de ellos todos los días, quizás en más de uno. Hay días rosas, esos llenos de tonterías, de quehaceres diarios, de rutina. Los hay rojos, llenos de pasión, de roces, de caricias, de besos infinitos. Verdes, burbujeando luchas, reivindicaciones, conciencias sociales y personales. Azules, calmados, sosegados… Esa amalgama de sensaciones traducidas al color puede ser interminable, verdes azulados, rojos cobrizos, rosas palo, grises… Pero al final, todo se puede resumir en dos, los blancos y los negros. Pasamos por aquí dejando una impronta cada día, con nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras actitudes… y a veces la sencillez del blanco se torna gris sucio en un segundo, sin motivo aparente. Una palabra dicha a destiempo, un silencio sepulcral que apuñala el alma, una reacción mal interpretada, una explicación no dada o no escuchada. Hoy soy negro y ayer blanco, ¿imposible? No, al parecer, es posible. El cansancio tiene color, al igual que la paciencia, la preocupación, la decepción o la tristeza. Huellas que dejamos alrededor, en nuestra gente, pintando sus días de un color determinado.
 

Los míos han sido de muchos colores, variedades con matices muy ricos. Aunque para ser del todo sincera la mayoría de las pinceladas las dí yo. Decidí teñir mis días a cada paso dado, a cada decisión tomada, los tuve rosas, verdes, azules, rojos, morados, y por supuesto, blancos y negros. Y la dureza y la intensidad parecían haber desaparecido. Aunque sigo teniendo una paleta llenita de colores vivos, resulta que no sé como utilizarlos o al menos no sé como utilizarlos bien. Sigo intentando que mis colores no desencajen lo que realmente soy, sigo aprendiendo cada día a utilizarlos… aunque a veces sea capaz de convertir en negro lo anteriormente coloreado. Mas sigo aprendiendo a colorear…

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