sábado, 30 de abril de 2011

Caminos, sendas y veredas


Cualquier camino sin ellos es un “sin sentido”. Tres caminos en uno, tres caminos diferentes, con sus árboles apostados a los lados, sus repechos, sus imposibles curvas; …sus baches llenos de gotas de lluvia, sus cortes por obras, sus rectas interminables, sus puestas de sol y amaneceres; …con sus heladas noches estrelladas… sus puentes y riachuelos, sus rocas en medio de la calzada, sus aprendices y resabidillos… sus señales escondidas detrás de los arbustos, sus tormentas, …sus bares de carretera, sus toros de mentirijillas… los penachos de flores silvestres…
Transitar por ese camino siempre debe haber sido complicado, incluso imposible para algunos, otros abandonaron el camino y volvieron a peregrinar por él, pasado un tiempo. Por suerte, muchos, (quizás haya sido exagerada), se quedaron y rodaron por él. Exploraron sus senderos, disfrutaron del recorrido mientras el tiempo en su infinito ciclo recogió la cosecha de su fructífero vientre; escondía la senda bajo las hojas amarillas de sucesos acaecidos; nevaba para aliviar el cansancio de los pies de los caminantes; …mientras el tiempo en su infinito ciclo hacia brotar los retoños que inundaban todos y cada uno de los rincones de la vereda.

Aquí estoy, quizás intrincada, silenciosa, risueña… seguro que a todos los andariegos que transitáis el camino se os ocurren mil y una palabras más (eso espero)… y seguiré estando explorando nuevas rutas, dejándome llevar por las huellas invisibles, los rastros inventados… seguiré estando…

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