martes, 1 de noviembre de 2011

...ambrosía...




Preñada de buenas sensaciones, así regreso a casa.

Abusando de su maravillosa hospitalidad he invadido el territorio que cuidan para disfrutar de momentos hogareños bajo la atenta mirada de un cielo despejado y unas asombrosas montañas que parecen esconder cada uno de esos pequeños prados de los que brotan antiguas y atávicas historias como los pájaros esconden sus nidos colmados.

Me han prestado el tiempo, tiempo para poder disfrutar, reír, charlar… me han prestado mi tiempo de reencuentro conmigo misma sin prisas, sin preocupaciones, sin ataduras, me han prestado mi tiempo y en su compañía he descubierto senderos sembrados de sonrisas, brazos en los que apoyarme sin miedo, silencios cargados de significado, dibujos culares espectaculares, perspectivas actuales diferentes y sorprendentes. Todos tan diferentes y tan dispuestos a disfrutar juntos. El tiempo se ha enamorado de ellos y no es de extrañar, siempre dispuestos, siempre atentos, siempre con esa sensibilidad tan particular…

He desayunado bajo los rayos del sol, mientras octubre se despedía de nosotros; he recordado que los sentimientos no los puedes guardar en un cofre, hay que ponerlos al sol para que maduren; me he sentido parte integrante, no ha habido prisas para llegar a ningún sitio (aunque a Kiko se le terminase la cerveza), acompasándose a mi lento ritmo; he disfrutado de mis primeros calvotes de la temporada (y creo que los únicos)… dos días empapados en el alma de la precursora del encuentro, dos días profanando mi rutina, dos días brindados a no saber,(después de tantas palabras), como agradecer la compañía… dos días a los que el resto envidiaran con osadía…

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