martes, 4 de agosto de 2020

Ella





Se sentó frente al espejo y trató de ser lo más honesta posible consigo misma.

…quizás no le gustaba la imagen que el espejo le devolvía, pero era su imagen… Resignada fue un poco más allá de las canas, las arrugas, los kilos de más o aquella mirada cansada. Las últimas semanas la habían removido mucho. Había tenido tiempo de hacer pequeños balances, y muy a su pesar, no le terminaban de gustar sus conclusiones.

Cierto era, que su aspecto físico nunca fue uno de sus fuertes, pero quizás se había abandonado un poco, y no lo decía por sus canas, que le gustaban. Lo pensaba por esos kilos que habían encontrado su sitio, sus dolores de espalda continuos, o sus piernas hinchadas en cuanto el calor hacia acto de presencia. Quizás si su actividad física fuera de mejor calidad alguno de esos problemas se mitigaría.


Cierto era, que nunca fue de gatillo fácil a la hora de juzgar, aunque siempre confió en sus impresiones. Pero siempre había tratado de ser generosa y justa a la hora de emitir opinión sobre alguien. Ahora ya sabia a ciencia cierta, qué era capaz de tratar con delicadeza y generosidad, y qué con dureza y justicia (toda la que su duda existencial permanente le permitía). Seguía sin soportar las mentiras, y aunque antes prefería pasar por tonta o hacer oídos sordos, sobre to
do si venían de su entorno y no tenían importancia. Ahora se había vuelto intransigente ante la mentira, podía mantenerse callada, pero se retorcía en la silla y se le veía en la cara que no tenia intención de hacerse la tonta. Y el enfado que antes duraba un momento, ahora duraba días mientras se volvía tristeza y aislamiento.

Cierto era, que la injusticia siempre despertó su voz, alta y clara. Ahora la mantenía despierta, noche y día. Aunque reconocía en voz alta que no solo la injusticia la mantenía en vela. Su economía maltrecha y la falta de trabajo también se alimentaban de sus horas de insomnio. Repasaba y revivía las decisiones más importantes que tuvo que tomar tiempos atrás, e inventaba mentalmente nuevas vidas si sus decisiones hubieran sido otras. Y siempre llegaba a la misma conclusión, ahora no sería ella.

No sería la de la ropa desgastada, sin estilo, siempre cómoda.

No sería la de los pelos rizados y las canas foscas.

No sería la que duda a cada paso que da.

No sería la que anima a los suyos a seguir mejorando.

No sería la que se alegra de los logros de los demás.

No sería la que escucha, está y es fiel a pesar de los pesares.

No sería contradictoria, emocional o intensamente detallista.

No sería la de la sonrisa fácil y la palabra amable (cada vez más medida, por desgracia).

No sería la de la protesta auténtica y opinión contraria, “pero si tú crees que es lo que debes hacer cuenta con mi apoyo”.

No sería ella si esas decisiones tan transcendentales hubieran sido otras. Quizás se equivocó, …muchos lo piensan.

Pero está aprendiendo a alejarse de las personas dañinas a pesar del dolor, a decir que no, aunque le cueste una discusión interna eterna, a asumir sus contradicciones y sus emociones, está aprendiendo a elegir batallas.

 

Cansada de regodearse en sus pensamientos absurdos, se levantó y salió al jardín con una taza de café en las manos. Aun eran las seis y diez de la mañana. Pronto amanecería y todavía no sabía si debía hacer esa llamada o si por una vez se mantendría firme y fiel a si misma.

 


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