La mañana se
levantó anodina. Sin ganas de dejar huella en su irresuelta vida, Lía salió a
la calle, sin rumbo conocido. Las prisas no eran suyas, la gente corría de acá
para allá sin inmutarse por su presencia, ¿por qué lo iban a hacer?, solo era
una mujer deambulando por las calles del barrio revivido a golpe de brocha.
Otras veces había
descubierto algún mural nuevo, pero hoy no iba a ser ese día. Caminaba
ensimismada en sus pensamientos sin mirar a quien se cruzaba en su paseo. Tras
la esquina, sin previo aviso, chocó con el cochecito de un bebé, se disculpó
dos veces antes de levantar la mirada, casi asegurándose de que la criatura seguía
plácidamente dormida. La cara de reprobación que se iba a encontrar al mirar a
la persona que iba detrás del bebé le daba un poco igual.
-Lo
siento, lo siento; discúlpame.-dijo mientras elevaba la mirada-¡Vaya! ¡Hola!-
dijo sorprendidísima.
Jamás pensó que se
la podría encontrar en ese barrio, a ella; a la inquebrantable; a la fría; a la
imperturbable; a la enigmática; a la inmutable; a la…; a ella, Gadea.
Nunca se llevaron
mal, aunque nunca se dieron la oportunidad de llevarse bien. Cada una de ellas
ocupaba su lugar, en ocasiones Lía ocupaba más y en otras ocupaba menos. La
vida las obligó a cruzarse y verse inmersas en
una relación complicada con un amigo común, Enzo. Ambas sabían que él no
fomentaba el enfrentamiento, es más le hubiera encantado que hubieran tenido
una relación más cordial y menos educada; pero no se puede tener todo. Gadea dejó
que su relación con Enzo evolucionara, en cuanto Lía dejó de molestar.
-¡Hola Lía! ¡Cuánto
tiempo! ¿Qué tal estas?- logró decir Gadea mientras trataba de disimular la
sorpresa e incomodidad del encuentro.
-Todo bien, como
siempre. ¿Y vosotros?
-Bien, liados con
la vida, ya sabes. –Dijo señalando el capazo- Hace mucho tiempo que no nos veíamos,
hace mucho tiempo que no ves a Enzo… -afirmó sin la menor duda y sabiendo que había
entrado en terreno movedizo- En ocasiones hablamos de ti, últimamente, él habla
mucho de ti; creo que te echa de menos…-la duda iba haciendo mella en ella a
medida que las palabras se le escapaban de la boca y lograba calibrar sus
consecuencias- Quizás podrías acercarte un día a verlo, seguro que se alegraría
de tu visita…
-Gracias Gadea, ya
veremos… Me alegro de haberte visto, da besos…- casi susurró Lía mientras sus
piernas luchaban por seguir sujetando su cuerpo.
-Yo también me
alegro, piénsalo, ¿quieres?, adiós- Se despidió Gadea que también deseaba
acabar con aquel fortuito encuentro que quizás se le había ido de las manos.
Lía siguió
caminando, esta vez con un poquito más de brío, quería alejarse de allí, con la
vana esperanza de huir también de todos los recuerdos que se agolpaban por
salir de ese lugar donde en el momento que decidió dejar de molestar los había guardado
entre tules y algodón…