jueves, 13 de septiembre de 2012

... escapada, ... huida


La anodina televisión escupía imágenes. Había activado la función que le permitía enmudecerla. Sólo quería tener la sensación de compañía. El calor era sofocante, había bajado el toldo de la terraza para poder leer cómodamente mientras el sol decidía esconderse tras aquel horizonte plano y azul. Aquellos días en soledad le permitían ordenar sus objetivos, sus pensamientos, sus inquietudes, sus prioridades, sus renuncias… le permitían… ordenarse.

El paseo matutino sobre la arena fría arrullada por las olas iniciaba los días. La desierta playa le brindaba la oportunidad de despojarse de la ropa y darse un refrescante baño. Su particular manera de comenzar a dibujar sobre un lienzo blanco. De regreso a aquella que era su casa durante aquel elegido tiempo, daba un pequeño rodeo hasta un pequeño mercado. Algo de pescado fresco, y fruta componían la cesta de la compra del día. Un café en la terraza de un bar mientras leía el periódico, mientras dejaba que la brisa la hiciera sentir viva. El día transcurría entre paseos y baños; lecturas y cervecitas; tranquilidad y cafés.

Inés había sido despedida junto con muchos de sus compañeros, la empresa para la que trabajaba se había declarado en quiebra. Tras arreglar todos los papeles necesarios para poder seguir adelante decidió poner en cuarentena la desesperación y la impotencia, regalándose unos días lejos de todo. Pero no estaba funcionando como lo había planeado. Todos aquellos pensamientos se agolpaban en su cabeza. Trataba de poner orden, fijar un comienzo, mas no se sentía con fuerzas suficientes… No iba a tener un reinicio perfecto, (odiaba esa sensación), pero sabía que debía enfrentarse al miedo que la secuestraba maniatada, le tocaría improvisar, corregir sobre la marcha…

… el último paseo por la playa, el sol iba a romper aquella penumbra, desnuda se encaminó hacía el agua… adoraba esa sensación, entrar lentamente dejando que la piel se sorprendiera a cada paso… nadó y se dejó llevar… mientras emergía dislumbró una figura en la playa, puso los pies sobre el fondo y en un alarde de total incredulidad se frotó los ojos; no daba crédito, Juan sostenía su toalla junto a la orilla… caminó hasta él, se envolvió en la toalla y lo miró atónita, curiosa y feliz… “Tenemos un proyecto y queremos que tu participes en él…” le dio tiempo a decir a Juan antes de que Inés le diera un perturbador abrazo… tras el cual se encaminó de nuevo hacia el mar y le susurró “volveré, y traeré buenas noticias, te lo prometo”… 

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