Apagó
la radio cuando sonaba una estúpida cuña de una autoescuela local. Chsssss,
calladita estas mucho más guapa le dijo al aparato mientras salía por la puerta
de la cocina. La tortilla de patata estaba lista. Las tareas domesticas la
ocupaban una parte de la mañana, tiempo que se iba para no volver, pero había
que hacerlas. Sobre la mesa del salón había un libro que aún no había comenzado
a leer, tampoco le despertaba demasiada curiosidad. El portátil murmuraba su
eterna canción, aún no había abierto su correo electrónico, tampoco esperaba
encontrar un gran aliciente en ello. Dos correos con presentaciones ñoñas, el boletín
de empleo de la provincia (¿Por qué lo llamaran así? Hay de todo menos empleo
en la provincia), un correo con muy mala pinta (virus seguro)… nada
interesante. Dio su habitual paseo virtual por las páginas donde podían verse
ofertas de trabajo, las mismas de ayer, y de anteayer. Los periódicos digitales
le permitían estar al día a golpe de vista, un par de blogs que seguía sin
ninguna entrada nueva… El tedio iba haciendo su aparición. Recordó que aún tenía
que ensobrar los últimos cincuenta currículos y llevarlos a correos. Un paseo
no le vendría nada mal.
La
oficina de correos no quedaba muy lejos de su casa, cinco minutos andando,
paseando… los funcionarios de correos ya la conocían, había visitado esa
oficina casi a diario durante las dos últimas semanas. Aquel sería el único
contacto adulto que mantendría durante todo el día. Regreso a casa pensando
(literalmente) en cada paso que daba, sin prisa, pero sin pausa. Aquella puerta
le recordaba que todavía quedaban un par de horas para que el silencio
desapareciera…
…
Atacaba la díscola soledad el minado campo de batalla que había mantenido
impoluto durante (¿cuántos, ocho meses?) ocho meses. Todas las preocupaciones
iban y venían por el pasillo en un eterno y disparatado desfile. Mas esa
sensación que diseccionaba cruelmente su existencia era la más bella de toda la
formación, todos los flases se disparaban cuando regresaba a la fila, saludaba
descarada, sonreía, incluso cuchicheaba…
…al
final del día, cuando sus cachorros descansaban en sus habitaciones, dejaba que
el sueño la pudiera en el salón en un infructuoso intento de dormir eternamente…