miércoles, 6 de junio de 2012

...blanca locura


Cierto toque de locura es necesario para sobrevivir con un ápice de felicidad a esta vida. En ocasiones la vida te da la posibilidad de ser feliz y las circunstancias te la quitan; aquí entra ese impulso meditado (muy meditado y que por fin ignoramos) que nos empuja a hacer locuras.
Siempre he pensado que es mejor intentarlo y errar que quedarse con la duda vital del qué hubiera pasado si… Siempre lo he pensado y casi siempre lo he hecho. Fallé en multitud de ocasiones, quizás interpreté mal las señales (eso, ya da igual) y en otras conseguí ser feliz por unos instantes y puedo asegurar que mereció la pena.
Hace unos días, después de una conversación entre amigos, me di cuenta que a pesar de los sentimientos reales, puros, abrumadores… las personas renunciamos a esos momentos y nos conformamos con lo seguro, aburrido, rutinario… ignoramos ese loco impulso de disfrutar plenamente, de… de sentirnos vivos de verdad. Llenamos nuestras vidas de costumbres, de trabajo, de preocupaciones, de responsabilidades, de momentos robados, de secretos inconfesables, de falsas oportunidades, de ilusiones, de sensaciones inventadas, de mensajes mal interpretados… y muchos de nosotros (seguramente) no tengamos la oportunidad de hacer la locura de nuestra vida, pero unos pocos afortunados podrán plantearse ese sinsentido. Algunos, simplemente la ignorarán, otros lo pensaran tres veces y la arrinconarán allí donde escondieron otros dulces momentos, y otros en un instante de locura se lanzarán a vivir esa aventura, para que se pueda convertir en el resto de su vida.
Hay una canción y una voz desgarradora que reza:

“…
Tengo ronca el alma de quererte
en esta soledad llena que me ahoga;
tengo los ojos llenos de luz de imaginarte
y tengo los ojos ciegos de no verte;
tengo mi cuerpo abandonado al abandono
y tengo mi cuerpo tiritando de no poder tocarte;
tengo la voz tosca de hablar con tanta gente
y tengo la voz preciosa de cantarte;
tengo las manos agrietadas de la escarcha
y tengo las manos suaves de en el cielo acariciarte;
tengo soledad, luz, alegría, tristeza,
rebeldías, amor, sonrisas y lágrimas...
Y también te tengo a ti, preciosa,
caminando por las venas con mi sangre…”

La vida es demasiado corta como para ignorar ciertos momentos, algunos sentimientos, o simplemente para conformarse. Cuando no hay reciprocidad, no hay opción (por experiencia propia, y aún así me cuesta mucho rendirme), la resignación deja marca en el alma volviendo gris parte del blanco, volviendo triste la mirada. Mas cuando existe la oportunidad, no luchar por ella es una ofensa a la vida, a los que aun habiendo saboreado el momento nunca tuvimos posibilidades, una ofensa hacia uno mismo…
Así que, si sigues pensando en ella mientras admiras la noche, si sigues mandando mensajes encriptados al universo tecnológico, si sigues estando ahí… ve, inténtalo, ve a por ella…


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