Debería
haber pedido permiso para escribir esta historia mas no lo he hecho. Ayer encontré
una historia escrita en unos folios desgastados. Algunas de las partes están
transcritas exactamente del original, otras son una burda intención de rellenar
las partes ilegibles…
No
es fina mi pluma si trato de describir en una sola palabra la vida que me has
devuelto. Maravillosa…
Complicidad
que me hace rozar las nubes; el sonido de tu risa, que aún en el peor de los
momentos, me saca una sonrisa sentida; criticas que me azuzan a seguir; besos
buscados y encontrados; sentirme protegida en tus abrazos; buscada en la sutileza
de los roces fortuitos; deseada en tu mirada…
Como
bien me recuerda una amiga “los puentes se cruzan cuando llegas a ellos”. Mas cuando
te encuentras al borde del precipicio el puente tienes que construirlo tú…
Nadie nos pregunta si queremos nacer en este mundo, supongo que tampoco nadie
decide por nosotros… muchas de las elecciones que hacemos no las tomamos de
forma consciente. Y otras, de las cuales creemos ser conscientes, no son
nuestras. Elegimos nuestra ropa, elegimos qué comer, elegimos nuestras casas,
nuestros estudios, si salimos pronto o llegamos tarde… pero muchas de nuestras
supuestas elecciones no son tales.
Todos
habremos oído en alguna ocasión que la familia no la elegimos pero los amigos sí.
Probablemente esto será cierto en algunas ocasiones, aunque creo que la
elección real está en que escogemos a las personas de las que no seremos
amigos, el resto llega a nuestras vidas por pura casualidad. Al igual que no
elegimos a esas personas especiales que en un momento efímero de nuestras
vidas, nos ilusionan, nos mueven, nos enamoran. Pensadlo bien, ¿elegimos a
nuestros amores? No lo creo. La fortuna, la vida o el destino (cada uno que lo
llame como quiera) las pone en nuestro camino. A veces correspondidas y otras
no. Las vidas entrelazadas no tienen porque llegar a cruzarse. Los sentimientos
no los controlamos o elegimos, simplemente son. Eso sí, elegimos dejarnos
llevar por ellos o confesárselos a la luna para que nos guarde el secreto y en
ocasiones ese secreto, en un acto de absoluta grandeza, nos permite ver como
esa persona es feliz y no con nosotros… Seguramente sea doloroso, pero nadie
nos dijo que no se pudiera llorar mientras sonreímos.
Así,
aunque tengamos la sensación de llevar tatuada en la frente alguna palabra del
calibre de “tonta”, posiblemente, dejar pasar el tren sea una de las elecciones
más altruistas que podamos regalarnos.
Me
perdería contigo y en ti… sin dudarlo…