martes, 20 de febrero de 2018

...martes inconexo...


…y el tiempo corre sin mirar atrás; sin hacer prisioneros; sin miramientos; sin tregua; sin el más mínimo ápice de compasión…
…y atrás van quedando palabras disparadas en el fulgor del momento, promesas incumplidas, recuerdos ruborizados… incluso personas que no fallaron pero fueron olvidadas…
…y allí, donde se difuminan los trazos de lo vivido, allí me encuentro repasando con esmero y temor todo aquello que no quiero olvidar, palabras dichas, promesas incumplidas, recuerdos remodelados, personas infinitas… repaso con cuidado sus finas líneas para que su significado perdure en mi. No quiero que desaparezcan, por muchos y variados motivos, pero sobretodo porque son prueba de que el tiempo fue regalado, recibido, incluso robado y mereció un trocito de papel donde su esencia quedó plasmada. Imagino que el miedo a no recordar es común a muchas personas, a veces se manifiesta como un gran agujero negro que todo se lo traga, y otras tan vivido como un retrato hiperrealista donde el más mínimo detalle hace que cerremos los ojos y sintamos…
…y mientras recuerdo, no puedo evitar pensar que el tiempo me roba tiempo presente, supongo que no es más que un pensamiento eterno que de vez en cuando me ataca sin previo aviso.

Supongo que la razón de todo esto, es que hoy he leído en algún sitio que somos esclavos de nuestro pasado, y no estoy del todo de acuerdo con esa afirmación tan rotunda; somos esclavos de los recuerdos (a veces, siempre que no aprendamos), del tiempo no repasado por la desidia o la insignificancia del momento, somos eternos en el pensamiento que provoca una sonrisa de alguien repasando las finas líneas que un día regalamos…

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