Caprichosos
los acontecimientos que surcan el día a día (o la falta de ellos)… Cuando la
vida se vuelve monótona, anodina, rutinaria… cuando la vida se vuelve en
contra, el tiempo te da la posibilidad de repasar antiguos sucesos, viejas
experiencias, vetustas conversaciones, añejos comentarios… el tiempo te da
tiempo para pensar y repensar (no es un regalo, es una tortura).
Y
entre pensamiento y repensamiento, de vez en cuando, aparece una sonrisa (a
veces tonta, y otras sarcástica) que me lleva a cerrar los ojos y revivir (…y
sentir). Torbellino de sensaciones y sentimientos, amalgama de situaciones que
me trasladan a otros tiempos (algunos mejores y otros… en fin…).
Impertinentemente
hay sucesos que regresan para intentar martirizarme, sin lograrlo (aunque el
tiempo y la duda van de la mano). Y me
enfado (conmigo misma, por supuesto) por haber sido tan tonta y tragar tantas
mentiras de patitas cortas; y me sonrojo cuando mi piel recuerda; y me
entristezco cuando a pesar de los esfuerzos las palabras se desvanecen, porque sólo
eran eso, palabras… palabras, ésas que acompañan todos (o casi todos) los
recuerdos que guardamos en nuestros pequeños baúles interiores, palabras que en
su momento fueron motivo de orgullo ahora te entristecen; palabras que exigieron
y no supieron dar; palabras que acusaron sin verdades en la mano; palabras que
colorearon días grises; palabras que se escaparon y huyeron; palabras onomatopéyicas
llenas de significado; palabras que prometieron y luego abandonaron; palabras
eternas que se volvieron caprichosas y olvidadizas; palabras…
Y
después de pensar y repensar; y después de dejar que el tiempo genere la duda;
y después de sonrojarme, entristecerme, añorar… y sonreír; dejo que las
palabras regresen a ese lugar para volver a ellas en otro momento… cuando la
soledad con mayúsculas haga de nuevo su aparición acompañada de sus estrellas,
las palabras…