Blanco
y negro, ¿no hay más? Claro que hay más, una paleta inmensa de colores y cada
uno nos situamos en uno de ellos todos los días, quizás en más de uno. Hay días
rosas, esos llenos de tonterías, de quehaceres diarios, de rutina. Los hay
rojos, llenos de pasión, de roces, de caricias, de besos infinitos. Verdes,
burbujeando luchas, reivindicaciones, conciencias sociales y personales.
Azules, calmados, sosegados… Esa amalgama de sensaciones traducidas al color
puede ser interminable, verdes azulados, rojos cobrizos, rosas palo, grises…
Pero al final, todo se puede resumir en dos, los blancos y los negros. Pasamos
por aquí dejando una impronta cada día, con nuestras acciones, nuestros
pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras actitudes… y a veces la sencillez
del blanco se torna gris sucio en un segundo, sin motivo aparente. Una palabra
dicha a destiempo, un silencio sepulcral que apuñala el alma, una reacción mal
interpretada, una explicación no dada o no escuchada. Hoy soy negro y ayer
blanco, ¿imposible? No, al parecer, es posible. El cansancio tiene color, al
igual que la paciencia, la preocupación, la decepción o la tristeza. Huellas
que dejamos alrededor, en nuestra gente, pintando sus días de un color
determinado.
Los
míos han sido de muchos colores, variedades con matices muy ricos. Aunque para
ser del todo sincera la mayoría de las pinceladas las dí yo. Decidí teñir mis días
a cada paso dado, a cada decisión tomada, los tuve rosas, verdes, azules,
rojos, morados, y por supuesto, blancos y negros. Y la dureza y la intensidad parecían
haber desaparecido. Aunque sigo teniendo una paleta llenita de colores vivos,
resulta que no sé como utilizarlos o al menos no sé como utilizarlos bien. Sigo
intentando que mis colores no desencajen lo que realmente soy, sigo aprendiendo
cada día a utilizarlos… aunque a veces sea capaz de convertir en negro lo
anteriormente coloreado. Mas sigo aprendiendo a colorear…
No hay comentarios:
Publicar un comentario