Ayer
me di cuenta de que necesito soltar estrés, o quemar adrenalina o …necesito
algo que me libere (no seáis mal pensados) de los malos “pensamientos”
acumulados. Deshacerme de este estancamiento que empieza a devorarme por
dentro.
Ayer
me di cuenta porque reaccioné de una forma poco habitual en mí a una situación
que estaba casi controlada. Pero ahí fui yo, cual energúmena a decirle cuatro
cositas a la persona que no paraba de chillar. Tengo que decir que no levanté
la voz, pero aun así las formas me hicieron perder la razón, la mucha o poca
que tenía y que a estas horas dudo de la importancia de esta.
Llevo
mucho tiempo callada, oyendo y leyendo auténticas barbaridades sobre la
situación política, social o sanitaria y la verdad es que lo que antes me
tocaba un pie ahora me toca el hipotálamo de forma insistente y realmente
molesta.
Me
tocaba un pie que ciertas personas despotricaran contra la reacción del
gobierno ante la pandemia. Ahora me toca el hipotálamo que las mismas personas
que antes gritaban “arre” ahora chillen “so”. Y que conste que no estoy en
contra de los cambios de opinión (es de sabios rectificar), pero ¡coño! no me
digas que siempre has pensado igual.
Me
tocaba un pie que la clase política lejos de remar todos a una, utilizaran la
situación para atacarse unos a otros (unos con más acierto que otros, por no
hablar de principios éticos o cataduras morales)Ahora me toca el hipotálamo que
la misma clase política se dedique a señalar con ese dedo acusador, que les
deben regalar en cuanto tocan un poquito de poder o ven un micrófono, las vergüenzas
ajenas, cuando aún no han terminado de lavar las propias (digo terminado muy
optimistamente intuyendo que empezaron a hacerlo).
Me
tocaba un pie que hubiera dirigentes que lejos de tener un poco de coherencia
(un poco, solo un poco) desvariaban inventando aviones o material sanitario o
test fiables por no hablar de mascarillas (válidas) para la población o
recursos públicos cercenados en post de …no sé de qué; izando el “yo más y
mucho mejor que vosotros, inútiles”, y que abogaban por que el gobierno no tuviera
todo el poder para gestionar esta pandemia en aras de las diferencias territoriales
y la incidencia de la misma. Ahora; ahora me toca el hipotálamo que vuelvan a
izar la misma bandera, pero del revés y con la misma coletilla. ¡Coño! no queríais
la responsabilidad, ahí la tienes, gestionad todo lo que ibais a gestionar. ¡Ah!
¡claro! No será que no era tan fácil; que se puede meter la pata en muchas
cosas; que hay que coordinar muchos frentes. Si alguien tiene que meter la pata
que sea otro que ya estáis vosotros para señalarlo. Un poquito de humildad y
sentido patriótico. No del que sentís vosotros, del que sentimos todos cuando
nos tocan a nuestra gente; de ese que no tiene color político y si un poquito
de humanidad y empatía.
Me
tocaba un pie el discurso trabajado, meditado y manipulador que mediante
información sesgada trataba de darle validez moral a lo orado, de verdad que me
tocaba un pie porque pensaba que al menos había inquietud histórica en las
palabras, solo faltaba leer un poquito más a todos para evitar el sesgo (hay
que ser paciente). Ahora me toca el hipotálamo, (y vaya que sí me lo toca) ese
discurso que incita al odio, anclado en el pasado para señalar y recordar. Con
cierto repelús a recordarlo todo y no solo parte. A reconocer que por mucho que
se empeñen en comparar, hay cosas que lejos de ser comparables son un insulto
para la inteligencia colectiva de la población de este país y para su historia
objetiva.
Me
tocaba el pie que hubiera defensores acérrimos de la monarquía (parlamentaria)
que seguimos teniendo en el país, el ritmo de la evolución no es igual en
todos. Incluso entiendo que muchos de sus defensores se agarren (como a un
clavo ardiendo) a hechos históricos muy importantes para la madurez democrática
de este país y que han tenido como “protagonista” a la cabeza del estado. No le
quito ni punto, ni coma. Pero me toca el hipotálamo (y sus alrededores) que no
sean capaces de reconocer que los hechos acontecidos durante los últimos años
no son dignos de esa magnificencia mal entendida que ha demostrado tener la
emérita cabeza del estado, por no hablar del innegable egoísmo enfermizo o esos
interminables discursos con retranca lanzados al pueblo para acallar su hambre
de igualdad ante la justicia.
Como
veis tengo los pies muy sobaditos, y os puedo asegurar que no me gusta nada que
me los toquen, pero lo que ya no soy capaz de soportar es el manoseo de mi
centro del control del estrés que por momentos está acabando con mi salud
física y psicológica. Vamos que me siguen tocando el hipotálamo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario