miércoles, 16 de septiembre de 2020

Habita en mí...

 

 “Abuela, no te has terminado de ir y ya te echo de menos. Los juicios entre las dos los llevábamos mejor, sólo necesitábamos mirarnos, y a veces, ni eso. Nos delataban nuestros comentarios llenos de sensaciones que poco a poco se convertían en cruda realidad. Unos decían que éramos “medio brujas”; otros se quedaban en la sencillez y decían que éramos malas al expresar nuestras prontas opiniones con gestos que no podíamos evitar o palabras impregnadas en primeras impresiones y un poquito de “sexto sentido”.

Hemos pasado mucho tiempo juntas, mucho. Hemos dormido en la misma cama muchas veces, cuando la vida nos vapuleaba y necesitábamos sentirnos seguras. Me has agarrado de las orejas en muchas ocasiones para corregirme. Nos hemos dicho muchas cosas, más veces en privado pero nuestro genio y la impulsividad también han hecho que lo hiciéramos en público.

 Los que me conocen dicen que soy capaz de soportar palabras y hechos, que solo me afecten a mí, de manera estoica, pero también saben que con los míos no aguanto nada, (ni tengo porqué hacerlo). Heredé una loba de ti que a veces da miedo.

Sé que estos días han sido difíciles. Tuviste que despedirte de alguien del que jamás te quisiste despedir. Y te dejaste para reunirte con él. Tú y él; y vuestras creencias.

No estoy enfadada abuela, pero…

Estos días, a pesar de todo, has estado ahí. Has visto y sobretodo oído comentarios injustos, crueles, interesados, malintencionados… sé que algún coscorrón has repartido. Incluso te oído gritarme: “¡¡di algo!!”; aunque sabias perfectamente que no era el momento. Y me has visto contenida e intentando no ser una nota discordante, tratando de ser resolutiva y decidida para evitar esa parte menos emotiva a la familia. No sé si lo he hecho bien, mi intención ha sido buena y no quiero palmaditas en la espalda. Alguien lo tenía que hacer, pero tú y yo hemos oído juicios maliciosos y ladinos que nos han hecho sentirnos injustamente mal. Aunque hemos logrado mantenernos en falsa calma y en silencio.

Abuela, necesito olvidarlos, esos comentarios. Necesito sacármelos de la cabeza si quiero seguir mirando como miraba antes de tu noche.

Abuela, siempre te creí eterna porqué me prometiste que siempre estarías y ahora soy más consciente que nunca que la eternidad es finita.”

 

Lo escribí a vuela pluma (como casi todo lo que escribo) la noche del 12 al 13 de septiembre justo antes de escribir lo que sigue a continuación.

 

“Te fuiste con los primeros rayos de sol, sin palabras, en silencio. Decidiste que para qué cumplir los 107 si estabas cansada. Nunca te gustaron las medias tintas: “o se hace con ganas o no se hace”. Supiste encarar tu tiempo con valentía, con descaro, sin filtros. Gracias por una vida plena, llena de luchas y alegrías; de logros y respeto; de genio y cariño. Nos enseñaste que si se quiere, se puede; solo hay que trabajar con tenacidad. Siempre con humildad, y con la cabeza alta. Con generosidad, con mucha generosidad. Capaz de rodearte de mucha gente sin importar clases sociales. Querida por muchos y admirada por todos.

Sabias que era tu momento. Sigue habitando en tu familia, en los que te querían. Que el tiempo siga contando que hubo una vez una mujer; una madre; una abuela; una bisabuela; una persona… que el tiempo siga contando que hubo una vez una Pepa.

Josefa Gómez Fraile, la Sra. Pepa, mi abuela murió el día 11 de septiembre de 2020 rodeada de cariño y en su casa como siempre quiso. Sé que no todos habéis podido despediros de ella y acompañarnos como os hubiera gustado, las circunstancias que vivimos no lo han permitido. Desde aquí muchas gracias a todos.”

Habita en mí.

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