jueves, 30 de diciembre de 2021

Yo, la anfitriona...

 


Mira, voy a ser todo lo breve que me permite mi cabeza que sea.

 Tu y yo nos hemos querido mucho, y hemos permanecido una al lado de la otra en contra de todas las opiniones iniciales. 

Somos distintas, diferimos a la hora de pensar, chocamos a la hora de actuar… y lo que para mí parece ser blanco y claro; para ti es negro y oscuro. Y eso nunca había sido un problema ya que respetábamos las creencias, las opiniones y los actos de la otra. O eso pensaba yo. 

Últimamente, cuando me encontraba contigo, me autocensuraba para no sentirme agredida por algunos de tus comentarios despectivos hacia lo que sabias que era importante para mí. Así que, en vez de enfrentarme a la situación, trate de ser comprensiva y justificarte; tu vida estaba cambiando y lógicamente tu con ella. Pero me hacías daño, me costaba hablar contigo, me sentía devaluada de una manera tan destructiva que comencé a no querer estar contigo; quería saber que estabas bien, que seguías luchando por todo lo que querías, pero nada más. (Quizás no sean las palabras adecuadas para explicar lo que sentía, pero no encuentro otras). Así que me centré en no sentirme mal conmigo misma y disminuir todo aquello que no era bueno para mí. 

No me sorprendió que no quisieses hablar conmigo, lógicamente estabas enfadada; creo que aun sigues enfadada. Me pediste tiempo a tu manera, “ya te llamaré en otro momento” me dijiste y eso te estoy dando, tiempo, todo el que quieras. 

Mucho tiempo atrás, aprendí a desaparecer para no molestar, es doloroso, muy doloroso y sé que hay relaciones que necesitan descansos para poder continuar, y en esos descansos algunas se pierden. Aunque yo no soy de las que se van, simplemente dejo de molestar.

Es probable que esto solo sean “autoexcusas” para que la situación no me afecte más de lo que quisiera admitir, pero sigo dándote tiempo, ese que me pediste.

Atentamente tu anfitriona…

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